Cada vez más se observa cómo las Administraciones prestan mayor atención al ámbito de la Educación y cómo detectan la necesidad de cambios. Es cierto que, al igual que en otros aspectos, la Educación requiere de revisiones y modificaciones, pues la sociedad y los recursos de los que disponemos avanzan, y los centros educativos deben adaptarse a las nuevas situaciones.
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Sin embargo, hay un factor que ya detectaba cuando era alumna y que vuelvo a detectar ahora como docente. ¿En qué medida piensa el Gobierno en los docentes y en el alumnado en relación a esos cambios? Quiero decir: es necesario y enriquecedor que se revisen las leyes actuales y se corrijan aquellos aspectos que no son efectivos o positivos; pero, ¿hasta qué punto se analiza realmente la repercusión de esos cambios? ¿Se busca solamente la aprobación de los votantes y colgarse una medalla para decir que "hemos mejorado la ley de Educación"?
Centrarse en la Educación y MEJORARLA no es cambiar las leyes educativas cada vez que un nuevo gobierno se alza en España, ni derogar lo que el partido político de la oposición hizo en su mandato. Invertir en Educación es mejorar las condiciones de los docentes, es buscar el interés del alumnado, invertir en centros educativos y sus mejoras, es sentarse con los equipos docentes y escuchar lo que demandan desde las realidades del aula. No es buscar una educación más liberal o más tradicional, es aceptar las exigencias que tanto equipos educativos como alumnado requieren.
Si escuchas las noticias en televisión es todo tan utópico e irrealista... Parece que en España la Educación va mejorando, cuando en realidad las leyes son las que avanzan, pero el alumnado se sigue quedando anclado a una enseñanza tradicional. Y qué decir de los docentes, se les exige una cantidad exagerada de burocracia que les quita tiempo y atención a lo importante: la enseñanza a su alumnado, la búsqueda de material interesante, la programación didáctica adecuada, los recursos innovadores. Eso sí, constantes visitas de inspectores educativos para comprobar que el papeleo está todo acorde, sin detenerse en una clase y observar si el alumnado está entendiendo y avanzando en conocimientos.
Desde fuera no se aprecia la pérdida de tiempo que todo esto supone, pero desde el Gobierno se exige en los Reales Decretos que la Educación sea de interés para el alumnado, que se realicen actividades fuera del centro, que el docente sirva de guía, que el alumnado tenga su propio proceso de aprendizaje, que se toquen temas transversales... Una cantidad de directrices que NO se pueden hacer efectivas, porque claro, hay que tener en cuenta las variaciones que se pueden sufrir a lo largo del curso y que modifican la programación del docente, así como otras actividades que deben ser realizadas sí o sí.
Todo esto se suma a la creciente ola de docentes que abandonan sus puestos, docentes con vocación y con tanto que enseñar al alumnado… Docentes que entre la cantidad de burocracia exigida desde las administraciones y, por otro lado, la falta de autoridad y respeto que tiene el alumnado, deciden cambiar de rumbo y dejar la Educación, perdiendo esta una enseñanza de calidad.
