En ajedrez, las primeras jugadas son muy importantes ya que suelen determinar el carácter de la posición. No debemos olvidar que la batalla por la iniciativa es algo permanente y que esta puede cambiar de bando tras el más pequeño error.
Existen diversos planes para afrontar esta fase de la partida. Muchos de ellos tienen unos cuantos siglos de antigüedad, con lo cual se han jugado innumerables partidas con estas ideas y la recopilación de esta experiencia ha ido cristalizándose dando lugar a lo que conocemos hoy como teoría moderna de las aperturas.
Seguramente has escuchado antes nombres como "la Siciliana", la "Ruy López o Española", la Escandinava, el Gambito de Dama, etc. Es una tradición ajedrecística nombrar a una determinada idea de acuerdo a donde se jugó por primera vez o haciendo referencia al nombre de su creador. En otros casos se hace referencia a sectores del tablero (gambito del flanco, ataques y defensas indias de rey y de dama, etc). En rigor, una apertura es una determinada serie de jugadas que propone ciertas ideas de juego para ambos colores.
Dentro de cada una podemos encontrar variantes, que crecerán en número cuanto más popular sea la apertura. Por ejemplo, una defensa Siciliana puede derivar en una variante del Dragón, Najdorf, Schveningen, Rossolimo, Pelikan, etc. Una apertura española puede cambiar bastante dependiendo de siestamos en la variante Berlín, la del cambio, el gambito Marshall, etc.
Cada una de estas variantes implica pequeñas modificaciones de la idea original y cada jugador puede experimentar con ellas hasta encontrar un repertorio de aperturas que le facilite llegar al tipo de posición que resulte más cómoda para su estilo de juego.
Todo esto, por supuesto, en caso que nos pongamos a estudiar muy seriamente el juego.
Pero, afortunadamente, no es estrictamente necesario estudiar todo lo que hay disponible ni memorizar largas variantes para salir airosos de esta fase de la partida. Salvo escasas excepciones, todas las aperturas cumplen con una serie de principios que resultan fáciles de internalizar y nos permiten resolver las primeras jugadas de una forma más intuitiva. De hecho, si respetamos estos principios seguramente estemos jugando una apertura ya harto conocida, aún sin saberlo. Podemos resumirlos así:
1. Controlar el centro con los peones e y d
2. Desarrollar primero las piezas menores (alfiles y caballos)
3. Realizar el enroque.
4. Conectar las torres.
En general una partida jugada en forma relativamente correcta comienza de este modo. Una vez que ambos bandos han realizado este pequeño plan genérico podemos decir que ha concluido la fase de la apertura y comienza el medio juego. Aquí es donde la batalla girará en torno a tener la iniciativa y presionar lo más posible al rival. Esto se logra creando amenazas e intentando advertir las intenciones del oponente a cada jugada, a las cuales reaccionaremos principalmente con las jugadas que le impidan obtener sus propósitos y a la vez nos acerquen a nuestros propios objetivos. La iniciativa es siempre el comienzo de un ataque, y este a su vez nos llevará a obtener o bien una ventaja material o posicional con la que intentaremos imponernos.
¿Qué cosas pueden pasar si se omiten estos pasos?
Si incumplimos el primer punto el rival tendrá bastante ventaja ya que la centralización es uno de los principios generales más importantes del juego. Nuestras piezas tendrán mayor movilidad (casillas disponibles o controladas) si ocupan el centro y podrán moverse más rápidamente de un sector a otro del tablero en caso de que ocupemos las casillas centrales con nuestros peones ya que estos controlarán los ataques del rival, dificultándolos.
Es especialmente deseable colocar un peón en quinta fila, ya que este desplaza las piezas rivales hacia casillas más pasivas otorgándonos de ese modo una ventaja de espacio y un cierto efecto "escudo" para trasladar por detrás las piezas pesadas (torres y dama).
Perder el centro significa generalmente ceder la iniciativa, aunque como toda regla en ajedrez esto tiene excepciones que iremos analizando.
Incumplir el segundo punto sin duda nos retrasará para el cumplir con el tercero, ya que no podremos enrocar si no liberamos primero las casillas entre el rey y la torre, ocupadas por los caballos y alfiles. Es por eso que a la hora de pensar la apertura intentaremos no realizar demasiados movimientos con los peones. Esto implica un retraso de nuestro plan general y la pérdida de tiempo puede salir muy cara.
Llegado este punto conviene recordar que los caballos estarán mejor situados en el centro que en la banda, lo mismo con los alfiles. Para los primeros, las casillas c3 y f3 (c6 y f6) serán óptimas, aunque en ocasiones utilizaremos también las casillas e2 y d2 (e7 y d7).
Para los alfiles las casillas c4 y f4 son adecuadas, aunque es frecuente también desarollarlos a b5 y g5, desde donde presionan al caballo rival en caso que se haya desarrollado por la tercera fila. En el siguiente diagrama podemos ver un esquema que podríamos considerar ideal. No es tan frecuente llegar a un desarrollo así en una partida real, ya que el rival nos disputará las casillas centrales.
¿Cómo hacer un enroque?
Este movimiento es importante para poner nuestro rey a resguardo de los ataques del rival. Dado que ambos bandos probablemente compitan desde el primer movimiento por el control central, es allí donde habrá más tensión, amenazas y peligros. El enroque es entonces una jugada de carácter preventivo pero también es clave para el desarrollo de las torres, ya que de este modo entran al juego más rápidamente y nos facilitan cumplir con el punto cuatro, donde lograremos que se defiendan entre sí al tiempo que aumentan la protección de nuestra primera fila.
Si omitimos o retrasamos demasiado el enroque la posibilidad de un temprano ataque directo a nuestro rey aumenta exponencialmente. También nos exponemos a ataques dobles que podrían ponernos en severa desventaja.
Por ejemplo: me dan un jaque mientras me atacan una pieza que no está defendida. Una vez que resuelvo el jaque, me capturan la pieza y quedo en desventaja material. Es mucho más difícil que algo así ocurra cuando el rey se encuentra en uno de los flancos, con una fila de peones y una pieza menor protegiendo las casillas cercanas. Idealmente, nuestro enroque debería verse como alguna de estas opciones:
Un detalle que debemos considerar ahora es dónde colocar la dama. Esto suele reservarse para luego del enroque. El rival ya ha desarrollado sus piezas y es más claro para nosotros decidir en qué casilla nuestra dama está más segura o donde genera más complicaciones al otro color.
Siguiendo todos los pasos mencionados hasta aquí podemos ver que el ajedrez es ante todo un juego de consecuencias. El cálculo certero de lo que puede llegar a suceder en el tablero será entonces fundamental y se retroalimentará con el otro motor del juego: la toma de decisiones y su justificación.