En mis clases siempre está primero el estudiante. Si un contenido académico no se entiende a cabalidad, se ve comprometido por completo el saber en discusión. El conocimiento es un dialogar constante donde cada término debe aclararse a fin de que las ideas puedan conectarse entre sí. Sin esta articulación dialogante, no es posible conectar con interlocutor alguno. El saber quedaría como un algo ahí, superpuesto, y no como una incorporación comprendida y auto asimilada.
Partiendo de estas premisas es que yo planifico mi docencia, cómo un diálogo de superación mutua, donde el conocimiento, el saber y la reflexión, son el puente comunicante entre las partes.
Para lograr que este diálogo por excelencia que es la pedagogía surta efecto, me gusta, primero que todo, conocer al alumno, o los alumnos, personalmente, qué les gusta, qué les molesta, qué esperan aprender y sí, qué esperan desaprender también. Pues la docencia es también el arte de despejar creencias, modas, ese tipo de información que aparenta ser conocimiento real y que nada tiene que ver con este. El conocimiento se adquiere por el pensamiento, por la discusión, la crítica, y no por la asimilación pasiva de esta o aquella información.
Es de vital importancia que el estudiante logre diferenciar entre conocimiento (auto-asimilado) e información (asimilada pasivamente). Para que este importante proceso que es la pedagogía tenga lugar, es fundamental entonces la empatía, la responsabilidad y la diligencia que demanda cualquier saber que se aspire como conocimiento. La tarea del estudiante y del profesor es esa, lograr que el verdadero conocimiento emerja por sí mismo. Y la filosofía es esto mismo, tomar partido desde la neutralidad y la reverencia que demanda el conocimiento y la verdad. Escríbeme y dialoguemos juntos. Hagamos conocimiento¡¡