Desde hace tiempo, he podido comprobar que, por lo general, la gente prefiere clases presenciales a las clases a domicilio; no sé la razón exacta de esto, puesto que, muchas ofertas de clases particulares online ofrecen una primera clase gratis para probar, y con unos buenos conocimientos de tecnología se puede sacar mucha ventaja a las clases presenciales.
Imagina dos escenarios, en el primero, un profesor a domicilio va hasta tu casa, te ayuda el tiempo que habéis acordado, le pagas y se va; hasta ahí el servicio. Ahora imagina, dar tu clase online, que será grabada y podrás volver a ver cuando quieras, un aula virtual con ejercicios nuevos cada semana a los que puedes acceder cuando y donde quieras para repasar y la posibilidad de preguntar dudas fuera de las horas de clase. Haciendo balance, yo elegiría la segunda opción, de hecho, he probado ambas opciones, y reafirmo que las clases online, con un profesor online, a día de hoy le sacan mucha ventaja a las presenciales cuando están hechas desde la vocación, el trabajo y el amor por la enseñanza.
El problema radica en la desconfianza de la gente respecto de las clases online, el no tener una persona física al lado los puede hacer sentir más distantes del profesor y con el creciente déficit de atención provocado por las redes sociales, pueden distraerse mucho más fácil sin que el profesor pueda darse cuenta si no hay un feedback recurrente a lo largo de la clase, véase preguntas constantes acerca de la explicación o con la proposición de ejercicios.
En resumen, las clases online no están hechas para todos, eso está claro, pero para aquellos más maduros, responsables o que saben sacar provecho al máximo de todo lo que pueden ofrecer las nuevas tecnologías, siempre serán la mejor opción debido a la independencia que aportan a la hora de estudiar.