El evento más importante de la historia mundial que cambiará tu perspectiva

Catalogar un evento específico como el más importante de la historia mundial supone un desafío difícil de encarar, pero como profesor de historia experimentado, trataré de daros una visión personal con justificación.

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No son pocos los momentos históricos que han dado lugar a un quiebre o crisis (en su origen crisis significa cambio) en el status quo que en ese momento existía, y que han dado lugar a unas implicaciones determinantes para el mundo, a partir de las cuales nada volvería a ser lo mismo.

Por regla general, esos grandes eventos se asocian generalmente a descubrimientos geográficos, científicos, nuevas invenciones o incluso a batallas salvadoras.

Entre los descubrimientos geográficos tenemos la llegada de Colón al continente americano, mientras que entre los descubrimientos científicos sin ir más lejos podríamos señalar al Dr. Fleming, descubridor de los efectos antibióticos del hongo Penicillium notatum, a partir del cual deriva la penicilina, que tantas vidas ha salvado.

Si de invenciones hablamos, un lugar destacado tendría Johannes Gutenberg, que con su imprenta permitiría una transmisión del conocimiento humano como hasta entonces no había tenido lugar, y con ello el desarrollo de la ciencia como nunca antes se había visto.

Y por supuesto, no son pocas las batallas que han inclinado la balanza hacia un lado de la historia determinado que nos ha traído al mundo actual, desde la salvación de Grecia en las Termópilas hasta los sitios de Viena por parte del Imperio Otomano, pasando por Covadonga, Lepanto o Poitiers, en donde dos modelos civilizacionales dirimían el destino de Europa, el continente que a la postre más ha influido globalmente.

Sin duda alguna todos ellos han sido momentos dignos de resaltarse en las páginas de la historia.

No obstante, bajo mi humilde opinión y tras analizar varios factores, he considerado como el evento más importante de la historia mundial, no un descubrimiento, ni un hallazgo, ni siquiera una invención, ni una batalla, aunque este evento derive de una, sino un edicto, una ley, una disposición legislativa que tendrá implicaciones no solo históricas, sino filosóficas, religiosas, culturales y vitales (en toda su extensión) hasta el día de hoy.

Tal evento, tendría lugar el 27 de febrero del año 380, cuando el Emperador de Roma del momento, Teodosio (nacido en la actual localidad de Coca, Segovia) decrete el Edicto de Tesalónica, convirtiendo el cristianismo en la religión oficial del Imperio Romano, lo que supondría un antes y un después en la historia de la humanidad, y es que por algo se le conoce como "Cunctos populus" (a todos los pueblos), dejando entrever lo que llegaría a ser en un futuro tal decisión.

Si bien, las bases culturales sobre las que se edificará Europa ya venían de antes (filosofía griega con practicidad romana), será el cristianismo el que afianzará tales bases, que han regido Europa hasta hoy, y con ella, buena parte del mundo.

Desde aquel lejano 380 Europa (al menos en un inicio hasta el limes Rhin-Danubio) no solo sería un espacio geográfico, sino una idea-fuerza, una civilización y hasta en algunos casos una utopía en la mente y los corazones de muchos. Y junto a esa Europa, también el Cercano Oriente y el Norte de África, por aquel entonces, territorios en mayor o menor medida romanizados o helenizados pertenecientes al imperio, aunque dicho bagaje se perdería en buena medida con el correr de los años.

Fue a partir de entonces que los gobernantes europeos tuvieron en mayor o menor medida que inclinarse ante la cruz para ser legítimos (o al menos legitimados) y jurar defenderla, no solo como fe religiosa, sino como un ideal en el que sustentar su mundo. Y ese ideal se plasmaría no solo en el ámbito religioso, sino en todos los ámbitos de la vida.

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Así pues, nos encontramos con el ideal artístico plasmado desde las pequeñas ermitas románicas, hasta las modernas iglesias actuales, pasando por catedrales góticas, neoclásicas o barrocas que embellecen nuestros pueblos y ciudades, decorados con exquisitas pinturas y esculturas realizadas por en numerosas ocasiones anónimos maestros, que ponían en ellas todo su saber hacer.

No falta el ideal humanista plasmado en tantas obras de filósofos y doctores de la iglesia que recogiendo la filosofía griega pagana en fríos y medievales monasterios la enriquecieron con teología cristiana, dando lugar a un corpus que ha organizado el mundo desde el punto todo punto de vista, desde la moral tradicionalmente predominante hasta buena parte de las leyes hoy plenamente vigentes.

El ideal político plasmado en “La ciudad de Dios” de San Agustín, piedra angular de lo que debería ser un buen gobierno.

Y junto a ello, las viejas naciones europeas, construidas en buena medida por germanos salidos de los más profundos bosques, que terminarían adoptando una cultura y una civilización que iba de la mano de una fe.

Pero este legado no se limita a la "alta cultura" (por más improcedente que nos parezca este nombre), sino que era moneda común en el día a día, desde los caminos de peregrinación, auténticas autopistas medievales, que ayudaron a los europeos a civilizarse juntos, hasta el más recóndito pueblo: “hasta el paisaje era católico” se decía de la Francia prerrevolucionaria, lo cual no se circunscribía solo a nuestros vecinos septentrionales: cruceros, petos de ánimas, humilladeros, cruces de términos, indicaban caminos, direcciones, vías, pueblos, en toda Europa, indicaban civilización.

Hasta la propia organización del tiempo a lo largo del año es fruto de ello, pues los ritmos tradicionales de vida se acomodaban e iban a la par que las festividades religiosas, convirtiéndose no solo en festividades religiosas sino nacionales.

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Con el paso del tiempo esa visión del mundo sería expandida al resto del orbe, convirtiéndose en predominante en buena parte del planeta y para buena parte de su población, siendo que incluso hoy a la hora de dividir el mundo en civilizaciones, el legado de aquel edicto sigue estando vigente.

Sin lugar a dudas, aquel 27 de febrero del 380 en Tesalónica, el futuro del mundo cambió, de la mano de un hombre nacido en una localidad llamada Cauca: Teodosio el Grande.

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