Carlos Alfredo Pluchino Arrieche

A lo largo de mis años como estudiante en el coservatorio, especialmente en los primeros años, fui obligado a cumplir en cada grado con un repertorio pactado a principio de curso por mis profesores, lo que me llevaba en ciertas situaciones a tocar piezas que no me motivaban lo más mínimo. Con el tiempo, fui descubriendo también por mi cuenta las obras que me gustaban, que encajaban conmigo y a la vez desarrollaban mi técnica. Estas eran a las que más jugo le sacaba, y mejor resultados obtenía.

Creo que es necesario que el profesor guíe siempre a través de la motivación, hasta que el aprendizaje se convierta en un hábito para el alumno.

Suelo guiarme en los niveles más básicos por el método Bastien, al cual tengo mucho cariño ya que fue con el que yo aprendí de peque. Simultáneamente, imparto clases de lenguaje musical y solfeo, brindando las herramientas necesarias para comprender las partituras a las que se enfrentan. Con la base aprendida, se puede dejar que el alumno escoja su propio camino: preguntándole por lo que escucha en la radio, quienes son sus artistas favoritos, dándole a escoger entre grandes obras barrocas, clásicas, románticas, modernas...

Hay cientos de miles de piezas, canciones y en general música maravillosa en el mundo... ¿por qué no tocar algo con lo que conecten de verdad?