Jesús, todavía me cuesta creer que este camino haya llegado a buen puerto y que hoy pueda decir, con una mezcla inmensa de orgullo y alivio, que he conseguido mi plaza. Cuando echo la vista atrás, veo tantas horas de estudio, tantas dudas y también tantos momentos de agotamiento… pero, sobre todo, veo tu voz constante guiando cada paso. Desde el primer día me hiciste sentir que no estaba sola, que cada tropiezo tenía sentido y que siempre había una forma de mejorar.
Tus explicaciones claras, tu paciencia infinita y esa capacidad tuya para hacer sencillo lo que parecía inabordable marcaron la diferencia. Recuerdo especialmente los días en los que mis fuerzas flaqueaban y aparecías con la orientación justa: una corrección precisa, una estrategia nueva o simplemente una palabra que devolvía la confianza. También quiero agradecerte que, una vez aprobada, siguieras ahí para orientarme con el destino, resolviendo mis dudas con la misma dedicación que durante la preparación.
Hoy celebro
Ver más
Ver menos