María

Bióloga, doctora en Neurociencia, con casi 20 años de experiencia en investigación internacional, tutela de estudiantes en el laboratorio y docencia de clases de máster en la universidad.
Me gusta incitar al pensamiento crítico, no establezco dogmas ni leo literalmente lo que se escribe en un libro. Las palabras llanas y contar la historia como un cuento adaptado a la persona desde la empatía, hacen que el aprendizaje maride.
Cada persona guarda su mundo, primero se conoce a la persona, después se forma la conversación. Porque la enseñanza es eso, transmisión. Si son capaces de explicar lo transmitido a otras personas, es porque han adquirido el conocimiento, que habitualmente radica en nuevas hipótesis.
Cada persona necesita su tiempo, no es el mismo para todos. Porque cada alumno/docente es único.
Si nos vemos las caras, hablamos con las manos, con imágenes y siempre un cuaderno delante donde dibujar las ideas, mejor. Anotar. Nunca sobrevalorar la memoria. El cuaderno se convertirá en puzzle, ahora o en el futuro.
Del mismo modo que a mí me gusta que no den por sentado que sé las bases de algo, yo no lo doy por sentado. Cualquier cosa básica para mí no tiene por qué serlo para otra persona. En la claridad está la clave. En la adaptación a cada receptor. Captar el interés de aquello que hará tirar del hilo, porque no todo el mundo tiene las mismas pasiones hacia ámbitos como la biología o el arte y hay algunas escondidas que jamás han salido a la luz por no haberla sabido encontrar.