Me llamo María, he sido odiadora de la historia en mis primeros años de instituto hasta finalmente amarla como si fuera algo implícito en mí. Tanto que he dedicado varios años de mi vida, por no decir todos, a querer saber cosas nuevas cada día en relación a ella. Tanto mi carrera universitaria como mi máster han sido orientados a que el resto pueda llegar a entender y comprender la pasión que pu...
Me llamo María, he sido odiadora de la historia en mis primeros años de instituto hasta finalmente amarla como si fuera algo implícito en mí. Tanto que he dedicado varios años de mi vida, por no decir todos, a querer saber cosas nuevas cada día en relación a ella. Tanto mi carrera universitaria como mi máster han sido orientados a que el resto pueda llegar a entender y comprender la pasión que puedo llegar a sentir por la geografía y la historia, tanto historia del arte como historia universal.
La historia siempre ha sido considerada la asignatura con la que más se pelean los alumnos, difícil de aprender y sobre todo difícil de almacenar en la memoria. Pero esto se puede cambiar, ¿y si aprendemos la historia de otra forma que no sea estudiarla? Con buenos métodos, técnicas y actitud es muy fácil aprender la materia de geografía e historia para dejar de verla como algo innecesario. La realidad es que la Historia, tanto de nuestro país como de otros, nos va a ayudar a entender muchas de las cosas de nuestro día a día.
La historia está viva, respira en cada edificio, en cada cuadro, en cada costumbre que mantenemos sin saber muy bien por qué. Comprenderla nos permite mirar el presente con otros ojos y anticipar el futuro con más conciencia. Por eso, mi objetivo como docente no es solo enseñar fechas o nombres, sino despertar curiosidad, reflexión y empatía hacia los procesos que nos han traído hasta aquí. Cuando uno logra conectar con la historia de manera emocional, deja de ser una asignatura más para convertirse en una herramienta de comprensión del mundo y de uno mismo.
Ver más
Ver menos