Llevo más de ocho años impartiendo clases en centros educativos. Estoy acostumbrada a trabajar con alumnos de necesidades educativas especiales y con grupos difíciles, con poco gusto por lo académico o dificultades de comprensión. Mis alumnos destacan de mí que soy una profesional preocupada por ellos en todos los aspectos y que se hace entender de una forma muy clara.
Mi vocación docente nace d...
Llevo más de ocho años impartiendo clases en centros educativos. Estoy acostumbrada a trabajar con alumnos de necesidades educativas especiales y con grupos difíciles, con poco gusto por lo académico o dificultades de comprensión. Mis alumnos destacan de mí que soy una profesional preocupada por ellos en todos los aspectos y que se hace entender de una forma muy clara.
Mi vocación docente nace desde que tenía tres años. Provengo de una familia de profesores y siempre he querido serlo. Me encanta confiar y sacar adelante a aquellos de quienes la sociedad no espera nada: los adolescentes. Merece la pena darles una oportunidad. Darán en la medida en la que se espere de ellos. Si detectan en el profesor que sus expectativas son altas y que no se va a desentender de él en todo el proceso, es mucho más fácil que aprendan: se sienten útiles y, sobre todo, queridos. A muchos les falta buscar y encontrar una meta y tienen asumido que nunca cumplirán ningún propósito, porque exige planteárselo y luchar por ello. Están necesitados de buenos líderes y de personas que les sirvan de guía y crean en ellos.
Personalmente, soy una persona muy entregada en todo lo que hago. Detesto la mediocridad. Busco hacer todo de la mejor forma posible: poniendo amor, profesionalidad y conocimiento. Es una buena forma de dar testimonio como persona a aquellos a los que tenemos que enseñar. Bajo mi punto de vista, el profesor no sólo debe enseñar una materia, sino sacar de cada alumno su mejor versión, la cual, para ellos, muchas veces es aún desconocida.
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