Natalia Gallego

Creo que las clases particulares que más recuerdo fueron las de una alumna de Bachillerato que tenía que recuperar tanto Latín de primero como aprobar el de segundo; ella sabía que latín no era su pasión en la vida y sabe el cielo que yo también lo sabía y, sin embargo, le gustaban las clases. Le gustaban de verdad y lo entiendo porque algunas cosas empezaron a tener sentido, unas pocas, las suficientes como para que el texto en los exámenes no la dejaran en blanco. Y es que a mí también me gustaban esas clases porque, sinceramente, me gusta hacer las cosas bien y que las personas puedan estar un poco más tranquilas gracias a echarles un cable y dedicarle un rato a ver lo que falla y cómo solucionarlo.

Las academias y los institutos desde luego son más movidos, también emocionantes, supongo. En cualquier ámbito me he sentido tranquila con lo que hago, así que no puedo decir que unos me gusten más que otros. Me gusta y eso lo hace sencillo para mí.