Las clases on line o el valor de la distancia

La situación actual que hemos vivido y estamos viviendo nos ha obligado a adaptar nuestra vida a un medio que ya estaba presente desde hace muchos y que llegó para quedarse -internet-, pero ahora de una manera inevitable e intensa. La obligación de "distancia social" (a mí me gusta llamarlo distancia física más que social) ha provocado que muchos de nosotros direccionemos nuestro trabajo y nuestra vida hacia las redes. Vaya por delante que siempre hemos de partir, eso sí, de una buena conexión a internet.

En mi caso, profesor de guitarra que, en principio, necesita proximidad física, -colocación de la mano sobre el instrumento, visión espacial y comprensión del movimiento-, pasar de un entorno tridimensional a un entorno bidimensional como es la pantalla, parecía complicado si no imposible.

La cuestión es que después de la experiencia de los últimos tres meses puedo decir que el entorno bidimensional se ha revelado como una experiencia altamente positiva y muy eficaz.

La pantalla focaliza toda nuestra acción, eso significa que tanto el estudiante como el profesor tienen un solo punto de atención durante toda la clase, ajenos a distracciones y aprovechando el tiempo al máximo. Esta es una de las razones por las que estoy a favor de que la duración de las clases on line sea de media hora. En ese espacio de tiempo da lugar a realizar varios ejercicios y juegos que se vuelven muy efectivos por su aprovechamiento.

En el caso del trabajo con niños, niñas y adolescentes, este medio me ha permitido captar su atención de una manera más constante y con alto grado de concentración. Siendo nativos digitales, ellos tienen esta herramienta muy bien asimilada resultándoles a su vez fascinante. Todos conocemos el poder de las pantallas -para bien y para mal-, y en este caso considero que ese poder ejercido es para bien. Lograr la concentración plena durante 30 minutos continuados en un aprendizaje de una materia compleja no es sencillo, sobretodo con peques.

Es verdad que la tecnología aún no nos permite la comunicación simultánea entre los dos lados de la pantalla, esto es, existe un pequeño retraso en la recepción del sonido y la imagen en todas las plataformas de videollamada, siendo éste un tema pendiente a resolver por la ciencia. Desconozco si en un futuro la comunicación podrá ser simultánea, pero a día de hoy éste es un hándicap a la hora de 'tocar en directo' con otras personas on line. Todos esos conciertos confinados de grupos de música, coros y orquestas que estamos viendo en estos días por las redes son lo que se llama 'falsos directos'. Cada uno de los componentes se ha grabado en su casa siguiendo una claqueta y luego un profesional o aficionado de video y audio lo ha montado sobre un programa de edición consiguiendo unos resultados sorprendentes e interesantes que todos conocemos.

En el caso del decalaje de tiempo, me he adaptado a la dinámica de escuchar y ser escuchado de manera relajada y mis alumnos también, sin prisas ni ansiedad. Para la correcta repetición de temas musicales y canciones he optado por dos caminos:

El primero sería llevar yo como profesor la voz cantante, esto es, yo doy la entrada a la canción o instrumental y mi alumno me sigue desde su casa, siendo consciente de que el retorno que me llega lleva un retraso de medio segundo aproximadamente. Requiere concentración y atención a la pantalla por mi parte para ver si el alumno está colocando los dedos en su sitio y el sonido que me llega con ese medio segundo de retraso me da las notas correctas. Es un ejercicio de funambulista que una vez hecho uso y asimilado se convierte en natural.

El segundo camino actúa por imitación: yo muestro la pieza y el alumno la repite después. Este sistema evidente y clásico, con una cámara delante se hace más emocionante para el alumno que, por la impresión que me ha dado estas semanas, se siente más concentrado como si tuviera una audiencia detrás de esa cámara que le está enfocando.

Finalmente, otra de las bondades de las clases on line es la comodidad de no tener que desplazarse en mi caso por una ciudad tan grande como Madrid, en la que se pierde mucho tiempo en el trasporte. Esta economía hace las clases más sostenibles y eficientes, y permite un mejor rendimiento económico. La comodidad es tanto para el usuario -que puede residir en cualquier parte del planeta- como para el profesor.

Mis clases on line han ido aumentando en este tiempo hasta llegar a 18 alumnos/as. Estoy disfrutando mucho con la experiencia aunque bien es cierto que echo de menos el contacto directo, naturalmente. Lo equilibrado e ideal, y por tanto mi apuesta futura, será la de combinar las modalidades presenciales y on line con las personas que viven en mi ciudad. Tiempo al tiempo.

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