Siempre me gusta decir que la docencia musical requiere de unas capacidades y aptitudes especificas e independientes de la destreza como músico. Desde cero la guitarra es un instrumento difícil. Al principio, la técnica lo abarca casi todo y el alumno puede desanimarse fácilmente si no ve el horizonte melódico o musical en los primeros ejercicios. Por eso, le doy mucha importancia a ese horizonte y, con el transcurso de los años, he ido desarrollando un método propio que engloba esa dimensión melódica, viva, desde el primer día.
Tres son las memorias que necesitamos trabajar, cada día, en nuestro estudio y adaptación progresiva a la guitarra: la visual, la muscular y la auditiva. Cada una se ejercita de forma separada para que luego confluyan en una sola fuerza conformando la destreza propia del músico o guitarrista.
El problema de la mayoría de alumnos o aprendices de guitarra suele residir más en el ritmo y la coordinación que en el oído (más fácil de educar). El ritmo es un elemento fundamental de la música que, en ocasiones, define o esculpe prácticamente un género. Por eso, a la par que la armonía explicada de forma muy sencilla, partiendo de nuestras emociones, y su encriptado en los intervalos básicos, y del estudio de la improvisación, en cualquier contexto musical, ofrezco un aprendizaje pormenorizado de las técnicas rítmicas, desde estilos clásicos (polca, vals...) como modernos (reggae, funk, swing, rumba, folk, country, rockabilly, metal...) con lo que significan los patrones rítmicos, los tiempos, acentos, pulso, intensidad, etc.
Intento enfocar la guitarra desde una óptica lo más global y versátil posible, sin menoscabo de los intereses concretos de cada alumno.