Era un caluroso día de verano cuando decidí comenzar mi aventura como profesor particular. Me llamo Fernando y mi pasión por la Lengua Castellana y la Literatura me llevó a dedicarme a enseñar a aquellos que necesitaban un apoyo extra en esta materia.
Con tres años de experiencia a mis espaldas, sabía que tenía las herramientas necesarias para guiar a mis estudiantes hacia el éxito. Me sentía afortunado de poder compartir mi conocimiento con aquellos que estaban dispuestos a aprender y superarse.
Una de las ventajas de mis clases era que eran presenciales, en persona. Esto permitía establecer un vínculo más cercano con mis alumnos y brindarles una atención más personalizada. Creía firmemente en la importancia de establecer una buena conexión entre profesor y estudiante para lograr un aprendizaje efectivo.
Además, para aquellos que dudaban de mis habilidades o necesitaban sentirse más cómodos antes de comprometerse, ofrecía la primera clase de forma gratuita. Esto les permitía conocerme y evaluar si mi metodología se adaptaba a sus necesidades. No sólo en el sentido académico, sino también en el humano.