El eje vertebrador de mi carrera docente es la habilidad de contar historias para generar puentes de entendimiento, comprensión y aprendizaje.
Me encanta el factor humano. Me considero una persona alegre, que aprende con facilidad (la mejor manera de aprender es compartir luego ese conocimiento) y me encanta trabajar en equipo. Creo que los grupos humanos contribuyen a complementarnos como individuos y enriquecernos como personas. Me apasiona trazar itinerarios personalizados de aprendizaje de acuerdo a las cualidades, limitaciones y necesidades de cada uno de mis alumnos y alumnas, a partir de la comunicación, la empatía y la comprensión atenta.
Dar clases requiere de altas dosis de atención, intención, humor, juego, paciencia, flexibilidad y comunicación, ingredientes que es interesante adobar con una actitud positiva y tranquila. Se trata de generar puentes con cada alumno de receptividad, entendimiento y cordialidad. Conforme de desarrolla el vínculo de confianza, la experiencia me dice que van surgiendo la complicidad y los avances, tanto en la autonomía en el estudio como en los resultados.
Creo que es esencial identificar cuáles son las principales cualidades de cada alumnos (si es más abstractivo, es decir, más racional. O si es más alegórico, más emotivo, para construir un aprendizaje conectado con sus virtudes y potencial como ser humano y estudiante.
Procuro aplicar el principio zen de ¨mente de principiante¨, una actitud que combina la atención y la capacidad de asombro, en cada actividad que emprendo, procurando encontrar un equibrio entre los retos que afronto y el desarrollo de mis destrezas, para entrar en estado de flujo, de acuerdo a la teoría de Fluir del profesor estadounidense Mihaly Csikszentmihalyi.