Notas sueltas sobre la docencia en tiempos de estallido social.

Creo que cuando uno/una estudia para ser docente, así como en cualquier profesión, se expanden las perspectivas que se solían tener sobre determinados tópicos. La educación, vista desde las y los autores de la academia, se va adornando de retazos teóricos que nos ayudan formar una visión consensuada y aceptada de lo que es, y no es, este campo. Sin embargo, es difícil encontrar puntos de conexión entre la teoría y la práctica en tiempos de estallido social; es complejo tratar de conectar la teoría de los estadios de desarrollo de Piaget con la forma en que crecen y se desarrollan los y las infantes de las zonas más empobrecidas de una ciudad. Resulta espinoso integrar el aprendizaje significativo, de Ausubel, en territorios donde constantemente pasan helicópteros, suenan balas y matan a líderes sociales por defender causas comunitarias.

Empieza a dar clases

En este dualismo de la teórico-práctico unido con la reciente situación de brutalidad policial del país, brotan muchos retos y preguntas. La lista puede ser extensa, pero yo solo quiero resaltar tres: el trabajo con una sociedad traumada, la necesidad de una educación emancipadora y la paciencia. En un análisis apurado y ansioso, espero poder compartir, dialogar y negociar con los senti-pensares de mis lectores y colegas.

La sociedad colombiana ha sido azotada por la violencia interna desde hace más de dos siglos. La violencia bipartidista, es decir liberales contra conservadores y viceversa, ha implantado la perspectiva de que aquel que es diferente a mí, es mi enemigo. Posteriormente, la disputa de la tríada guerrilla-estado-paramilitarismo, que ha cobrado una cifra enorme de crímenes de lesa humanidad, dejó una herida abierta en el país. El trauma multigeneracional, el que hemos heredado, sigue vigente en la población colombiana. Esta herida abierta se sigue ahondado a causa de la represión por parte de las fuerzas armadas. Desde nuestras aulas, se debe impulsar la sanación, la búsqueda serena de la reconciliación, la fuerza imparable de la reparación. El primer reto que se me viene a la cabeza habita en cómo trabajamos con estudiantes que están traumados por la violencia y no lo saben ¿cómo podemos ayudar a sanar una herida generacional a través de la educación? ¿cómo ayudar a cicatrizar nuestro tejido social tan dañado por el silencio? ¿cómo desdibujamos la relación diferencia-enemigo?

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Por otro lado, me resultó indignante el caso de una docente en Cali que fue señalada por hacer un taller sobre los falsos positivos. Los militantes de extrema derecha se atrevieron a denunciarla por adoctrinar al estudiantado. Se confundió la capacidad de conciencia histórica, con la absurda idea de adiestrar a los estudiantes en ideologías izquierdistas. Desde mi perspectiva, considero que podemos aprender demasiado de esta docente. La educación debe enseñarnos a pensar, no instruirnos a obedecer. Los procesos de enseñanza-aprendizaje deberían ayudarnos a desarrollar un enfoque de la duda, no de ciega aceptación. El segundo reto que identifico es el de promover una pedagogía emancipadora ¿cómo promuevo que mis estudiantes tengan lecturas más críticas de lo que pasa en Colombia? ¿cómo los ayudo a desentenderse de estructuras y estilos de vidas que pretenden mantenerlos adormecidos políticamente?

La paciencia, por último, es una virtud necesaria, pero de complicado desarrollo. Los cambios sociales pueden llevar siglos en efectuarse, y esto puede resultar desalentador para muchos de nosotros y nosotras. Aun así, considero que es necesario plantar las semillas de cambio, pues si no lo hacemos nosotros ¿quién lo hará? Con optimismo moderado, sepamos que esta lucha será una herencia simbólica que ofreceremos a las sociedades del mañana, en las que, ojalá, la violencia del gobierno contra el pueblo ya no exista, en la que no habrá miedo de habitar el espacio público siendo una persona diversa, en la que el color de piel no nos perpetuará en posiciones inferiores, en la que los discapacitados no serán llamados discapacitados. El tercer reto que encuentro es el desarrollo de la paciencia en el profesorado, y de reconocer que los grandes cambios en la historia de la humanidad han conllevado también períodos considerables.

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Me despido de este texto con muchas preocupaciones. Me despido con un enorme dolor patriótico. Me despido maldormido, pues en la madrugada suenan tiros a lo lejos de mi casa que me apartan de sueños que ni me acuerdo. Me despido gris, azul, y pintado de todos los colores tristes. Me despido con la esperanza de que ya no tendré que llorar muertos del Estado. Me despido inquieto por estudiantes que aún ni tengo, pero de los que me encargaré en el futuro. Como pudieron leer, me hice preguntas en el texto; ojalá no sean solo para mí, sino también para usted. Ojalá usted pueda ajustarlas y corregirlas, porque sé que podrían ser mejor. Ojalá me contacte y las podamos responder juntos.

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