El piano es un instrumento que generalmente tiene una trascendencia recta, de clase o imposición. Muchos alumnos me llegan con una historia similar: «De niño/a lo tocaba y luego nunca más volví a tocar».
A algunos les quedaron las ganas de volver a tocarlo tras la rebeldía ante la imposición de sus padres. Para otros siempre ha sido un sueño por cumplir que, a menudo, se conceden una vez son adultos.
Yo sólo puedo aconsejar que la dedicación a este instrumento se haga a través del juego, de la curiosidad. Que el esfuerzo se tiña de desafío, para reformular el vínculo y así pasar a vivir la música, no como una obligación, sino como una elección. No deja de ser un lenguaje, la música, pero tiene el fin de hacernos conectar instantáneamente con un mapa de emociones, que pocos lenguajes consiguen despertar. Es expresión y conexión.
Al menos así es como lo hice yo, este fue mi reencuentro con el piano tras 6 años de pausa. Una reformulación de la visión y del sentimiento que ahora me unen a él. Y para los que aún remolonean: Os aseguro que nunca, nunca es tarde para empezar.
Poder aprender un método de improvisación, o ser capaces de leer una partitura. El desarrollo de la creatividad, el flirteo con la rítmica o el desafío de despertar el oído. No hay nada que rodea a la música que no entrañe un suculento provecho, a nivel cognitivo y a nivel emocional.
Así es que, os aconsejo que si tenéis el murmullo de la curiosidad, no lo dejéis pasar. El piano es un gran mundo al que merece la gloria entrar y descubrir.
Bárbara Miguel (Bart Sunshine)
