“Coge un espejo, dirígelo a todas partes, y en el momento harás el sol y todos los astros del cielo

Platón califica a la experiencia no abstracta como un área de devenir, de distracción y de movimiento ambiguo; y la denomina doxa, u opinión. Se refiere a la opinión del hombre común, no pensador, materialista, que no filosofa y que utiliza el idioma de modo superficial, cuya visión se centra en las cosas exteriores de naturaleza física. Al definir dicha condición mental, Platón está atacando un problema que halla su ser en la poetización de la experiencia. Además, defiende la invención de un lenguaje abstracto, propio de la ciencia descriptiva, para reemplazar el lenguaje concreto de la memoria oral. Que la crítica de la opinión se refiera verdaderamente al contenido y lenguaje de la tradición poetizada, se puede extraer de la presunción de que el contenido de la poesía es mithos, lo contrario del logos dialéctico.
En el libro X de La república, la poesía se califica explícitamente de enemigo de la ciencia y totalmente ajeno al ser. La expresión poetizada refleja como un espejo un contenido consistente en una pluralidad de cosas visibles no organizadas, de las cuales no cabe afirmar que sean. La experiencia poética es la función de una facultad contrapuesta a la ciencia: es un estado de opinión por el que se toleran constantes contradicciones (es y, al mismo tiempo, no es). Es algo ajeno al cálculo y al número. Citando al propio Platón:
“Coge un espejo, dirígelo a todas partes, y en el momento harás el sol y todos los astros del cielo, la tierra, a ti mismo, los demás animales, las plantas, las obras de arte y todo lo que antes mencionamos.- Sí, haré todo lo que dices en apariencia; pero nada de eso existirá, ni tendrá realidad.”
A continuación Platón hace una distinción entre el filósofo, quien piensa y conoce los objetos abstractos, per se, únicos y no múltiples; y quienes gustan de los espectáculos, que emiten juicios contradictorios sobre la misma cosa. Los primeros son los aficionados a la sabiduría o philosophoi; los segundos, los aficionados a la opinión ophilodoxoi.
En resumen, el ataque de Platón no se dirige a la poesía como ésta puede leerse en un libro: va contra el acto de memorización, de identificación con la recitación poética, que para él es inseparable del propio poema y que constituye acto total y condición de mimesis.
El plan de conjunto de “La República” reclama una progresiva definición de la nueva educación científica, la cual tropieza con la mentalidad general entonces predominante en Grecia, definida por convenciones adquiridas mediante la práctica de la poesía oral, tenida como único vehículo de enseñanza moral y de información sobre el mundo físico.
Platón establece una dicotomía: no entre conocimiento y opinión, sino entre inteligencia y sensibilidad. Para ello, pone el conocido ejemplo de los tres dedos: las sensaciones que se transmiten son contradictorias, y hay que apelar a la inteligencia y el cálculo para que resuelvan el dilema mental.


Tanto el sustantivo, doxa, como el verbo, doko, abarcan lo mismo la relación subjetiva que la objetiva. El verbo denota el “parecer” del yo, es decir, la “impresión personal”, pero también el “parecer” que vincula el yo, como objeto: la impresión que se crea en los demás. Es un término ideal para describir la fusión o confusión del sujeto con el objeto que era propia tanto de la representación poética como de la condición mental a que daba lugar.
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