El asombro hacia la naturaleza y algunos interrogantes

Desde que iniciamos en el mundo del estudio, desde que comenzamos a formarnos dentro del sistema social, desde que nos exigen un cierto nivel de conocimiento para vincularnos con nuestros pares, desde ese mismo instante empieza la separación de nuestra presencia con el entorno. Como profesora particular, haré hincapié en esta temática.

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Nos han enseñado la imagen de la naturaleza representada por un bosque, una selva, una pradera, ríos, montañas y playa. Así hemos aprendido. Hemos crecido incorporando un concepto de naturaleza prístina, una naturaleza verde o azul representada por cierto tipo de vegetación, fauna y sus características climáticas.

El modelo conceptual existente de “naturaleza” sin dudas se encuentra en deuda con la actual demanda de consciencia. Desde normativas europeas hasta grupos ambientalistas imponen las exigencias que le debemos al planeta. Pero ¿desde qué lugar incorporamos la información y la practica para mejorar nuestro vinculo natural?

Voy a dedicar algunos renglones para aclarar este término antes de continuar. Llamaremos vínculo ambiental al incorporado desde nuestra percepción humana hacia el entorno que nos rodea, sea ciudad, campo, bosque o montañas, incluyendo la teoría y la práctica o experiencia. En este sentido, puede sufrir modificaciones tanto teóricas, es decir, con nueva información, y también prácticas con incorporación de nuevas acciones y actividades.

Dicho lo anterior, es momento de retomar nuestro interrogante. El lugar en el que nos encontramos, tanto físicamente como de conocimiento y práctica en materia ambiental, va a definir la forma en la cual nos vinculamos con todo lo que nos rodea. Tanto es así que cuando nos sentimos en estado de alegría, felicidad y amor, tendemos a contribuir en más causas, a involucrarnos más y a expandir esa energía.

Pero cuando estamos frustrados, angustiados, cuando nos sentimos incomprendidos o tristes, probablemente los mecanismos de acción sean menores, tanto en cantidad como en calidad. Esto ocurre porque la mentalidad ha creado un panorama en nuestro organismo que se enfoca más en la debilidad. ¿Qué es esto que la mente crea panoramas? Pues te lo cuento ahora mismo.

Se ha estudiado y está más que comprobado que la información crea los pensamientos y que luego estos generan emociones. Esas emociones son las que determinan como es que vamos a relacionarnos con el resto, de las personas y de las especies. Y por supuesto, todos los ecosistemas.

Figura 1: pulmones humanos en paralelismo con un ecosistema boscoso. Extraído desde Pinterest.

Para no extenderme demasiado en este tema en particular y volver a lo convenido en el artículo, les recomendaré dos autores que desarrollan mucha información al respecto: Mario Alonso Puig y Wayne W. Dyer.

El punto aquí es que nuestro estado de ánimo puede crear o derrumbar acciones que nutren o empobrecen nuestro vínculo natural. Y si la información entonces es el punto inicial para la cascada que termina en las acciones, ¿deberíamos entonces enfocarnos en elegir el tipo de contenido que queremos consumir? Definitivamente sí.

Tú conoces mejor que nadie tu día a día. Y no me refiero solamente a tu rutina. Me refiero a lo que piensas y como lo piensas. Me refiero a tu estado emocional cuando consumes la información que tú decides consumir.

Resulta muy fácil decidir separar los envases en casa según su material. El desafío está en porque lo estás haciendo. ¿Has incorporado realmente el concepto de diferenciación en origen para contribuir a reducir el impacto ambiental? Tal vez solamente lo hagas porque lo exigen en tu edificio, y está muy bien. Con las normas se avanza mucho y, además, se genera un compromiso en las personas. Pero puedes ir mucho más allá. Puedes desafiarte a cuestionar para y por qué es un beneficio para los ecosistemas que yo tenga este pequeño gran gesto.

Cuando estés leyendo esto y te plantees lo que sigue a continuación, tu mente probablemente dispare una resistencia en ti. Porque así funciona, no queremos esfuerzos extra, nuestro cerebro tiende a ahorrar energía. Así que te invito a que observes esa resistencia y la dejes ir, que solo este de paso en tu organismo. Aprende a liderarte con este pequeño y poderoso ejercicio.

El planteo que os traigo es que si todos los sistemas están relacionados: el económico con el social, el social con el ambiental (figura 2), las estrategias de gobernanza (establecidas por personas) buscando optimizar la eficiencia energética y el desarrollo, y las industrias optimizar sus procesos productivos (liderados por personas), todo impactando transversalmente a la biodiversidad y todo compartiendo energía que es transformada infinitamente, ¿acaso podemos como especie sentirnos ajenos a eso? ¿Acaso los humanos no formamos parte de las infinitas interrelaciones que existen de intercambio de materia y energía en todo el planeta? ¿Podemos entonces sentirnos ajenos a un bosque, río o montaña, si los nutrientes que fluyen por todos los sistemas los compartimos porque son cíclicos? ¿Acaso nuestro organismo no es un sistema?

Figura 2: modelo conceptual de sostenibilidad fuerte: dependencia ecológica.

El asombro que sentimos cuando observamos un paisaje rodeado de naturaleza, ese que nos quita el aire luego de ver montañas nevadas, bosques enriquecidos y lagos transparentes, peces en aguas increíblemente limpias y arenas blancas y suaves, esa sensación de perfección y grandeza, de serenidad y paz y de profunda admiración, ¿la tienes?

Esa sensación de asombro sería uno de nuestros mayores logros al observarnos, de pie, en casa, en el jardín. Ese asombro de sentirnos capaces y experimentar la expansión de nuestra consciencia desde ese vínculo natural, sintiéndonos parte de todos los ecosistemas. Parte influyente y confluyente. El asombro de que somos naturaleza.

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