Los adultos desarrollamos en las relaciones de pareja los mismos tipos de apego que estructuramos durante la infancia. La percepción de nuestros padres y la influencia de esta percepción junto a los esquemas relacionales que la misma percepción genera tienen mucha repercusión sobre las relaciones afectivas, comportamientos y funcionamiento interpersonal que posteriormente mantenemos en nuestra vida adulta.
El apego es una conducta instintiva, se entiende como un lazo afectivo entre el niño y la madre. Este vínculo se crea de una tendencia estable a lo largo del tiempo, el niño busca proximidad y contacto de esa figura específica “como si la vida le fuera en ello”, como una actitud de supervivencia. Cuando el niño se siente amenazado buscará la figura de apego, si no, se dedicará a explorar el mundo. A través de esta comunicación con el entorno y la respuesta de disponibilidad de la figura de apego el niño construye modelos internos del mundo y de las personas significativas que le rodean, incluido él mismo. Estos modelos se vuelven cada vez más complejos a medida que se avanza en la etapa, además tienden a operar de manera automática una vez construidos y va asimilándose toda nueva información recibida.
A medida que el niño va creciendo, van tomando importancia figuras externas a la familia, como amigos, pareja, hasta que en la edad madura se cierra el círculo, y son los propios hijos los que pasan a ser figuras de apego para el sujeto.
De esta manera se conforman distintas figuras de apego a lo largo de varias etapas de la vida, durante la infancia será la madre, más adelante en la adolescencia será el padre, en una segunda etapa de la adolescencia serán los iguales (amigos) que quedará en un nivel similar al de la madre, aunque posteriormente sea superada por los amigos, y especialmente por la pareja, adquiriendo centralidad como figura de apego.
Se distinguen cuatro tipos de apego:
Según estudios las personas tendemos a imitar los patrones tanto cognitivos y emocionales como comportamentales de las figuras de apego, lo cual es interpretado como una identificación con esta figura.
De esta manera sugerimos que los sujetos con apego seguro se valorarán tanto a sí mismos como a las personas cercanas (madre, padre, hermano, hermana, pareja, amigo, amiga) de una forma positiva, los sujetos con apego rechazante se valorarán a sí mismos de forma positiva y a las personas cercanas de forma negativa, los sujetos con apego preocupado se valorarán a sí mismos de forma negativa y a las personas cercanas de forma positiva, y los sujetos con apego temeroso se valorarán tanto a sí mismos como a las personas cercanas de forma negativa.
Mamen Hernández
Analista en técnicas emocionales.