Política y enseñanza, mala combinación...

Seguramente, en este post voy a decir muchas cosas políticamente incorrectas y puede que hasta alguna que otra mentira. No voy a mentir a sabiendas, sino porque tal vez no esté bien informado del todo. Pero lo que sí se es que lo que voy a decir procede de mis propias experiencias y, a falta de alguien que me demuestre que estoy equivocado, de momento es esta mi opinión.

El actual plan de estudios Primaria + ESO + Bachillerato es una mierda.

Ya está, ya lo he dicho. Aún no conozco los últimos cambios y cómo van a afectar a la calidad de la enseñanza, pero de momento mi opinión es que vamos de mal en peor. Y ya hace bastantes años que estamos sufriendo esta situación. Tantos, que hoy por hoy, dudo que nadie tenga una receta simple capaz de arreglar este desastre.

A los que mandan, da igual si estamos hablando del ministro de Educación como del responsable en la comunidad autónoma que cumpla la misma función, les importa una mierda la educación de nuestros hijos y alumnos. Lo único que les mueve son las estadísticas que dicen cuántos alumnos han aprobado y las correspondientes medallas que ellos mismos se ponen cuando mejora ese dato. Todo por la foto es su lema. Fotos son votos...

¿Qué está pasando? Desde hace años, estamos consiguiendo que aprueben los alumnos a base de rebajar el listón de las exigencias que se les pide en Primaria y en la ESO. A los dieciséis años hay que soltarlos al mundo exterior y el político de turno tendrá una sonrisa más grande cuantos más alumnos hayan aprobado. Le da lo mismo si esos alumnos apenas saben hacer la O con un canuto, entender un texto o sumar dos números de tres cifras si la calculadora se les queda sin pilas. Para ellos eso es irrelevante. El nivel de conocimientos de los alumnos no se traduce en parámetros estadísticos que enumerar en una rueda de prensa y, por lo tanto, ni llenan titulares ni generan medallas ni méritos visibles a corto plazo.

¡Ah! Corto plazo. Maravillosa expresión... A efectos del tema que nos ocupa significa aprobados para hoy y suspensos para mañana. Es genial que los alumnos de Primaria aprueben en masa. Igualmente, la gran mayoría de los alumnos de ESO consiguen terminar sus estudios sin demasiados problemas. Pero... ¿Qué ocurre cuando entramos en la enseñanza no obligatoria? Bueno, eso son palabras mayores y el desastre está servido.

En la época de mis padres o de mis maestros, un bachiller era una persona que sabía expresarse correctamente en público, escribía decentemente, sabía leer (¡ojo! he dicho leer, no pasar la vista por un texto escrito), era capaz de entender algo de latín, podía recitar de memoria dos o tres poemas de Espronceda, Becquer o incluso de Góngora. Había leído los clásicos (Homero, Virgilio...) en versiones sin adaptar. También era capaz de resolver problemas de matemáticas de cierto grado de complejidad sin ayuda de nada que no fuese su cabeza, un lápiz y un papel. O de mirar al cielo y señalar diez estrellas, identificándolas con sus nombres. Nadie había pisado aún la Luna ni traído muestras de pedruscos de Marte, pero sabían dónde estaba cada planeta y los orígenes mitológicos de sus nombres.

Ya en mis años de bachillerato, toda esa sensación de cultura general, de conocimientos del mundo que nos rodea, empezaba a dar sensación de perderse. Nos faltaba algo. Quizás habíamos mejorado en algunos detalles pero nos empezaba a faltar visión de conjunto. Y aún así, tuvimos la suerte de estudiar latín y matemáticas. Todos. No empezábamos a especializarnos a los 14 años. A lo mejor, ninguno de mis compañeros (yo seguro que no, que siempre fui muy malo para memorizar cosas) se sabía el año en que ocurrió la Gloriosa. Pero todos entendíamos porqué tuvo lugar la Revolución Francesa y cómo influyó en la historia de Europa. Todos. Los que después estudiaron el bachillerato de letras y los que estudiamos el de ciencias.

No sabría decir cuándo empezó la enseñanza a entrar en caída libre. Sólo puedo decir que, ahora mismo, es así como está. Y las cosas no pintan muy bien para hacerme pensar que vaya a tener un arreglo fácil ni próximo. Sobre todo porque nadie (a nivel de quienes toman las decisiones, los políticos) reconocerá que se está yendo de cabeza al desastre.

Estamos fabricando alumnos de secundaria obligatoria que apenas saben leer, escribir o calcular cosas de lo más simple. No tienen ni idea de qué país tiene una capital que se llama Ulan Bator, ni en qué idioma hablan los habitantes de Haití. Bueno, tampoco saben dónde está Haití, así que... Mientras tengan Google Maps que se lo diga, no hay problema.

Estoy releyendo lo que he escrito y reconozco que parezco un viejo chocho reaccionario, quejándose de lo mal que está todo y comparándolo con los gloriosos tiempos pasados... Pero el caso es que no lo soy. Me gusta la innovación, las nuevas tecnologías, adoro los ordenadores y me paso horas y horas navegando por Internet. Ojala hubiésemos tenido una herramienta tan potente en nuestras manos cuando yo estudiaba. Pero es que esa no es la cuestión. La cuestión es que las carreras universitarias no pueden nutrirse de estudiantes que apenas saben leer o escribir. Es vergonzoso que un estudiante de física sea incapaz de escribir un texto de cien palabras sin cometer más de diez faltas de ortografía. Puestos a avergonzarnos, resulta vergonzoso que los miembros de la Real Academia de la Lengua hayan decidido eliminar un montón de acentos diacríticos simplemente porque la gente no los usa. Más o menos es lo mismo que está pasando en la enseñanza obligatoria: si eliminamos una serie de normas, relajando la ortografía, la gente hará menos faltas. ¿A nadie se le ocurre que cuanto menos se exige menos se va a obtener?

No estoy abogando porque la enseñanza se convierta en una especie de pista americana donde los alumnos vivan amargados tratando de superar pruebas imposibles. Simplemente creo que, para que la gente rinda, la solución no es pedirles menos esfuerzo. Vivimos la cultura del gratis total y de la ley del mínimo esfuerzo. En realidad es un espejismo. Detrás de esos bailarines que hacen una coreografía perfecta en la última canción de Beyoncé que arrasa en YouTube hay miles de horas de entrenamiento, un esfuerzo enorme desde que aún eran niños. Nuestros hijos y alumnos quieren triunfar ya, ahora mismo. Nadie les está enseñando que el más mínimo triunfo requiere de muchísimo esfuerzo. Y la consecuencia de ésto es que las nuevas generaciones se sienten vacías y frustradas. Nunca había visto tan poco interés por nada como ahora.

Por suerte, no todos los adolescentes son iguales. Claro que hay gente interesada por el mundo que les rodea, que estudia y que se esfuerza en sacar de sí mismos lo mejor. Pero el sistema de enseñanza que tenemos no hace más que ponerles palos en las ruedas. Tenemos una Primaria completamente vacía de contenidos. Mucho rollo políticamente correcto (integración social, comprensión lectora, pluralismo democrático... son algunas de las palabras y expresiones que me vienen a la cabeza) pero vacío de significado.

¿Que estoy exagerando? Se me ha ocurrido poner "objetivos de la educación primaria" en el buscador de Google. La primera opción que me ha dado el buscador (http://www.mecd.gob.es/educacion-mecd/areas-educacion/sistema-educativo/ensenanzas/educacion-primaria/objetivos.html) me lleva directamente a la web del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, a una página donde se exponen cuáles son esos objetivos. Y he empezado a leer... Hay 14 objetivos. Y honestamente creo que no se cumple por completo ninguno de ellos. Me gustaría que quien lea estas reflexiones se tomase unos minutos para seguir el enlace anterior y las leyera, como he hecho yo. Así podrían comprobar hasta qué punto estoy exagerando o no.

Hemos vaciado de contenido la Primaria. Regalamos la secundaria obligatoria. Sí, lo he dicho sabiendo lo que estoy diciendo: la regalamos. Un alumno de inteligencia normal, con un nivel normal de comprensión de lo que lee, que se limite a ir a clase y hacer la mayoría (tampoco es necesario hacerlo todo) del trabajo que le manden los profesores, puede aprobar sin necesidad de estudiar nada.

Hasta ahí, tampoco sería un problema especialmente grave. Soltamos al mercado laboral inútiles de 16 años. Vale. Ya aprenderán que la vida es dura a base de ostias... Lo jodido es lo que sucede con los que quieren seguir estudiando. ¿Alguien ha pensado qué está pasando en bachillerato? Las proporciones de suspensos son enormes. Hace años, el siglo pasado, llegar a la universidad consistía en ir estudiando sucesivos cursos que seguían un patrón de dificultad creciente más o menos suave. Cada curso era más difícil que el anterior pero no había enormes desniveles. Era asequible a cualquier persona con un mínimo de inteligencia y capacidad de estudio. En cambio, ahora, a base de rebajar las exigencias en la educación obligatoria, hemos abierto un enorme escalón (en realidad, un abismo) que separa la ESO de la universidad. Y ese abismo lo queremos rellenar con dos años de bachillerato. La consecuencia es que los estudiantes de bachillerato, en lugar de vivir una de las mejores épocas de la vida de un estudiante, se ven metidos en una pesadilla llena de absurdos. Los convertimos en máquinas de aprobar exámenes, no en personas que han adquirido unos conocimientos. No tienen tiempo de aprender. Sólo de aprobar.

¿Que estoy desvariando? ¿Que eso que acabo de decir no tiene sentido? Por desgracia, sí que lo tiene. Con un alumno, estuvimos anotando el curso pasado todos los exámenes que hizo. Estudiaba segundo de bachillerato científico. El resultado es que el 52 % (sí, he dicho 52 % y lo he dicho, ahora sí, con pruebas en la mano) de los días lectivos tuvo como mínimo un examen. Es absolutamente imposible asimilar los conocimientos que se van dando en clase si tenemos que estar más de la mitad del tiempo examinándonos. Eso sí que carece de sentido.

Es fácil de ver: no puedo asimilar lo que es una derivada si mañana tengo un examen de inglés, pasado uno de historia y otro de catalán, y al tercer día tengo el de mates... Y encima tengo que sacar las mejores notas posibles en todos ellos porque después me tendré que enfrentar a una selectividad que decidirá mi futuro y que me exigirá notas altísimas si quiero estudiar alguna carrera con mucha demanda.

¿Y eso nos va a garantizar unos futuros científicos, profesionales o técnicos con gran capacidad y nivel? Por desgracia, no. Yo he oído decir a una neuróloga (es decir, una médico especializada con un montón de años de estudio y que, para llegar a poder estudiar esa carrera y especialidad tuvo que sacar notas altísimas durante toda su vida académica) que una paciente “no está tan mal... se acuerda de que ayer la vino a visitar su madre”. Sin saber si soltar una enorme carcajada o echarnos a llorar, los familiares tuvimos que recordarle a la reputada neuróloga que la paciente tenía 87 años, que sufría de Alzheimer y que la supuesta visita era bastante improbable dado que la madre en cuestión llevaba 40 años muerta. Ciertamente, tal vez esa persona sabía mucho de neurología pero en algún momento, durante su vida de estudiante se olvidó de usar el sentido común y la capacidad de razonar.

Y yo no quiero que mis alumnos deban olvidarse de razonar para poder seguir adelante en sus carreras. Preferiría que se les exigiera un poquito de esfuerzo durante los años de Primaria y de ESO para que así tuviéramos tiempo después de aprender a pensar.

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Imagen: © Zoltan Zolyomi - Quantum Physics (fragmento).

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