Y sigo aprendiendo de los que aprenden...

Después de dar clases a Doctores en Ciencias, clases en Máster, Licenciatura y particulares, me encuentro con una situación que se repite en todos los ámbitos y en todos los alumnos. Siento que aprendo más yo de ellos que al revés. La capacidad de explicar un concepto y que sea transmitido con éxito, requiere de sacrificio y capacidad por ambas partes, de quien enseña y de quien (ojalá) aprende.

Es decir, el maestro tiene que tener la capacidad de desentrañar la idea y sus fundamentos, con paciencia y versatilidad, mientras que el que aprende, debe esforzarse en abrir la mente, concentrarse y hacer suya la enseñanza.

Y mientras, que este proceso, no siempre llega a buen puerto, el aprendizaje que ocurre por parte del maestro es un proceso menos forzado, en el que te sorprendes de que no siempre la misma explicación es la que hace vibrar la neurona necesaria, descubres que el lenguaje formal y pulido en ocasiones crea barreras y que muchas veces el aprendizaje se basa en silencios y no en discursos.

Sigo aprendiendo del enfoque con el que las nuevas generaciones ven los problemas y me maravillo con la capacidad que tienen las nuevas generaciones de absorber información, tienen conocimientos de programas informáticos, aplicaciones, videojuegos, deportes, moda, ecología, derechos humanos, política, cosas que antes con 13 o 14 años no se nos pasaban por la mente, el problema es que tienen tanta información y tantas perspectivas que no saben qué hacer con ella.

Recuerdo a mis abuelos quejándose de lo blandos que eran mis padres, o de lo flojos y vagos que les hemos parecido a los nuestros. Mis compañeros siempre se quejan del nivel de las estas generaciones, pero me gustaría que ellos pensaran cuál sería su rendimiento si su vida y su adolescencia (ese periodo en el que no sabes qué ni quien eres, qué o quién te gusta, ni qué quieres hacer) hubiesen estado rodeados de la información al instante, las distracciones como obligación (Facebook, twitter...) y la certeza de un futuro que se prevé más difícil que el de sus padres, aunque se preparen más y mejor que estos.

Y es que como una frase que se le atribuye a Aristóteles, "Los jóvenes de hoy no tienen control y están siempre de mal humor. Han perdido el respeto a los mayores, no saben lo que es la educación y carecen de toda moral". Y yo, sigo aprendiendo de los que aprenden

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