Apunte literario #1: No lo digas, muéstralo

Empecemos por una noción básica y fundamental de la narrativa, con la que todos hemos aprendido a dar nuestros primeros pasos: NO LO DIGAS, MUÉSTRALO.

Se le atribuye esta noción al ruso Antón Chéjov, que lo explicaba así: "No me digas que la luna está brillando; muéstrame el destello de la luz sobre los cristales rotos". La distinción entre contar y mostrar se popularizó en el libro de Percy Lubbock, The Craft of Fiction (1921), y desde entonces se ha enseñado en todo taller literario que se respete.

La clave está en poner en juego los sentidos. El término estética deriva del griego Aisthesis: sensación. Es el conocimiento obtenido a través de la experiencia sensible. Siguiendo esta noción, intentamos pasar del texto informativo a lo sensorial.

Si bombardeamos los sentidos de los personajes, por empatía bombardearemos también los sentidos del lector. Veamos algunos ejemplos.

Podríamos escribir: "Juan está muy triste por la muerte de su padre".

Si le llevamos la anterior frase a un gramático, nos dirá que es la mejor frase del mundo, claro que sí: sujeto + verbo + predicado. Lo tiene todo. Ahora, si le llevamos la frase a un amigo escritor, lo más seguro es que nos tire el libro por la cabeza, y nos mande al carajo.

¿Qué haría un buen narrador? Algo así:

“La última palada de tierra caía sobre el ataúd. Entre lágrimas, Juan recordaba las tardes en que su padre lo llevaba al parque”.

Pasamos de la información a lo sensorial. Si se dan cuenta, en el segundo texto no aparecen ni la palabra muerte, ni la palabra tristeza. No las necesitamos. Le estamos mostrando a lector la tristeza de Juan. Y el lector conecta porque es empático. Esa es la clave.

¿Cómo escribir un texto que tenga sentido?
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Veamos un ejemplo más.

Información: "Los hombres lo reprimieron brutalmente".

Sensorial: "A patadas y culatazos, los tombos lo arrastraron por el barro".

¿Se fijan? Es el lector el que pone la represión, construye la imagen en la cabeza, empatiza con el personaje.

Entender esto es el puntapié inicial para llegar a construir una buena historia. Piensen en los sentidos: qué huele, qué ve, a qué le sabe, qué oye, qué siente nuestro personaje. Creen en función de una construcción sensorial. Ese es el puntapié para hacer volar nuestras historias.

Miremos un último ejemplo. Piensen en la frase: "En esa ciudad hacía mucho calor". ¿Listo? Ahora leamos como un escritorazo pone al calor a pasear por las calles:

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"Nadie tenía ganas de moverse. Ancianos de tez arrugada, y con hilos de cabello pegados a la piel de sus cuellos sudorosos, aparecían inclinados en las ventanas de sus viviendas y trataban de darse aire abanicándose: no valía la pena porque requería mucho esfuerzo y no producía beneficio. […] Un arruinado camión de repartir hielo daba lentamente la vuelta a la esquina de la calle cuarenta y seis y enfilaba hacia la novena avenida. Chiquitos mugrientos corrían detrás del vehículo y ahuecaban las manos para recoger el agua fresca que se escurría de la parte trasera. Era como una visión mágica la que presentaba a los pañuelos y los trapos sucios que se agitaban en la mano de la gente, en demanda de auxilio al vendedor de hielo. La gente clamaba por hielo, la gente amenazaba pidiendo hielo".

¿Se nota la diferencia, no? Por cierto, quién adivine de qué escritor y en qué novela aparece este texto, tiene cerveza. Pista: Norteamericano del siglo XX.

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