La clave está en la pasión por lo que haces.

Normalmente hay algo que los libros para aprender inglés, o cualquier otra disciplina, olvidan mencionar: la pasión. Tal emoción es imprescindible como motor principal del aprendizaje. Allá donde no hay entusiasmo, no hay progreso. ¿No es suficiente la voluntad de poder?

Aprender es un arduo proceso que implica, en ciertas ocasiones, cierto sufrimiento derivado del esfuerzo; es por ello por lo que el aprendiz requiere de una fuerza interna que lo propulse de manera eficaz. Esa energía solo puede hallarse en pasión por aquello que se desea aprender. La pregunta clave es: ¿cómo generar pasión a voluntad si no me nace de manera natural?

Como profesor de inglés, ejemplificaré el proceso del desarrollo de la pasión en relación la lengua de Shakespeare. El inglés puede considerarse como una lengua imprescindible para la prosperidad de cualquier individuo en el ámbito profesional. Hoy en día, el conocimiento y manejo fluido del inglés se da por hecho; lo extraño es carecer de tal habilidad profesional. Sin embargo, esta imperiosa necesidad que nos impone el capitalismo no es suficiente para desatar la pasión en aquellos que se disponen a iniciarse en la lingua franca del siglo XXI. ¿Hay alguna manera de sentirse atraído por una lengua hasta el punto de apasionarse por ella? La respuesta es afirmativa.

Esa pasión por el aprendizaje nace del reconocimiento consciente de las distintas etapas del proceso formativo. En un primer momento, el neófito se siente sumergido en una selva de significantes que le es del todo ajena. A medida que se va aprendiendo y asimilando nuevas palabras, así como novedosas formas de combinarlas, el principiante consciente de la novedad no puede evitar sentirse sorprendido por la particularidad de la nueva lengua. La semilla del interés comienza a desarrollarse en el corazón del estudiante, que percibe como paso a paso el caos inicial da paso a un orden constituyente. La jungla originaria se torna paulatinamente en un hermoso jardín victoriano donde la naturaleza salvaje es domada por la estética, que no es más que la belleza del orden. El idioma en cuestión, en este caso el inglés, es ahora un potencial medio de comunicación con infinitas posibilidades de expresión al servicio del nuevo hablante. La satisfacción que supone expresarse en un sistema lingüístico ajeno desencadena la humana aspiración por conseguir controlar tal sistema y no a la inversa( como sucede en las etapas iniciales). La semilla florece y surge el reto del perfeccionamiento; ¿hay algo más apasionante que los retos?

El otrora desorientado neófito se transforma en el un estudiante que ve como las puertas se abren de par en par ante sí; ahora es capaz de leer libros en inglés y entenderlos en gran medida; ahora el estudiante tiene la capacidad de ver películas y series en versión original sin necesidad de doblaje o subtítulos aunque no haya una comprensión de un cien por cien. La música en inglés, tantas veces escuchada y tantas veces incomprendida, comienza a cobrar sentido. En este momento, el inconformismo humano juega un papel esencial. El reto de entender un texto, una canción o una película se convierte en una necesidad personal. Reitero, ¿hay algo más apasionante que los retos?

El gusto por el un idioma, o cualquier otra disciplina del saber, no suele ser innato sino que se adquiere gradualmente.

Jess Kuicast

Filólogo inglés

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