En las últimas décadas, sobre todo a raíz de la crisis sanitaria, los términos "fracaso" y "escolar" muestran una dependencia intrínseca que vuelve locos a muchos educadores. Aunque estas palabras están relacionadas con el "abandono escolar", debemos matizar que no es lo mismo.
Las primeras hacen referencia a aquellos estudiantes, menores de 16 años, que se han mostrado incapaces de superar la educación obligatoria; mientras que, por su parte, el abandono escolar recoge la población estudiantil que ha decidido por cuenta propia dejar de estudiar, pero que sí ha superado la fase general (ESO).
Así pues, entendida esta distinción, es inevitable dibujar en nuestro imaginario colectivo un prototipo de alumnado concreto que se sufre fracaso escolar: aquel que se caracteriza por un ausentismo escolar persistente, con mal comportamiento reiterado o que sufre problemas familiares exacerbados. Todo ello junto a una sociedad de la inmediatez donde los estudiantes tienen más estímulos que dificultan su distracción y desvían su atención a otros elementos, hay una tendencia abocada al desastre. Sin embargo, no debe de cundir el pánico.
Desde nuestra posición como educadores, padres o docentes, podemos llevar a cabo una vía que puede apaciguar, en algunos casos, o radicar esta situación. Cada caso de cada alumno es diferente, pero todos tienen una cosa en común: falta de atención individual. Evidentemente, no hay una regla de oro para solucionar a un niño o niña que ha tomado la decisión de abandonar sus estudios completamente. Pero lo cierto es que, cuando se observa una cierta tendencia de deterioro conductual o de nivel académico, las clases de refuerzo puede ser un camino excepcional para paliar ese cambio.
Además, debemos recordar que no solamente la modalidad individual es una opción en las clases de repaso, sino que también hay grupos reducidos que pueden permitir a los alumnos reforzar el contenido explicado en clase junto a un cambio de grupo y de contexto que influya en su atención. Lo más importante, en definitiva, es que encontremos aquello que nuestros alumnos necesitan y la mejor forma de hacer es que un profesional docente le dedique tiempo para averiguarlo.
