Cómo te gustaría que te enseñaran lo que no sabes y quieres saber...

... o necesitas saber, ¿no?

A veces, simplemente piensas "sólo quiero quitarme esta asignatura de encima, aprobarla y a por otra. Me aburre y no puedo hacerlo sola, así que, buscaré un profe que me de unas cuantas clases, que me prepare para el examen ... y se acabó".

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Como alumna, he pasado por eso... En Económicas había signaturas que me dejaban exhausta, de hastío porque no me gustaban, de cansancio porque no las entendía estudiando sola, y de desesperación porque no había manera de retener en la memoria apuntes y apuntes...

Me encontraba en clases de más de 200 alumnos, en las que el profesor (concretamente Cristina Carrasco, profesora de Macroeconomía en la UB), no se podía ni sentar en su butaca, porque había un alumno tomando apuntes, ya que había llegado tarde y no había sitio en el aula ni para dejar un libro.

La clase se llenaba porque ella explicaba la materia de una forma simple, sencilla. Su tono de voz era grave, y la velocidad de sus palabras, perfectas para tomar apuntes sin perderte nada. Quizás su origen chileno ayudaba.

Eso es lo que recuerdo como alumna: conseguíamos buenos apuntes, podíamos estudiarlos sin dificultad, y aprobar. No estoy diciendo que la materia era fácil, pero la profesora ayudaba, con su forma de explicar y de hablar.

Me hubiera gustado que el resto de profesores hubiera sido así, sobretodo en las clases más técnicas, como matemáticas, estadística o contabilidad. Lo que ocurria es que con estas asignaturas no era suficiente tomar apuntes y "empollar" com se decía en mi época. Había que trabajar, practicar, dedicar tiempo... y aquí entraba la figura del profesor externo.

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Existían las academias de refuerzo, especializadas en estas asignaturas, en las que volvíamos a ser más de un alumno. No éramos 200 claro, pero sí 10, o 15, ya que estas clases eran privadas y teníamos que pagarlas. Podíamos interrumpir, preguntar, pedir que repitieran lo último dicho... pero el objetivo era aprobar la asignatura, quitárnosla de encima, y seguir para acabar pronto la carrera.

Si en aquella época, yo hubiera podido acceder a estas plataformas, querría un profesor sólo para mi, que me enseñara sobretodo a aprender a estudiarla, porque los libros ya los tenía, pero no sabia usarlos. No tenía ni idea de cómo entender la contabilidad, cómo descubrir la lógica aplastante que tiene... mientras veía esa asignatura como una pesadilla, más me costaba estudiarla hasta que, el que era entonces mi novio, me dijo que los números no son importantes, lo que es importante es lo que te dicen los números: hay que entender los números ¡y todo cuadrará!

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