La competividad en la vida y en el ámbito educativo.

Desde pequeños nos ponen a competir por acabar más rápido una tarea o dedicarle la misma vida para luego obtener una nota, con la que nos diferenciaremos del resto. Esto es la competividad inculcada en la sociedad, pero esto no tendría porqué ser así.

Es inheludible el hecho de que actualmente e históricamente las personas han sido tratadas como un número y que se debería contemplar la competitividad desde el punto de vista de los ciudadanos, considerando que una sociedad, la empresa e, incluso, la propia organización del Estado, dependen directamente de las personas que constituyen su base o principio y que al final, estas no son más que la suma de los individuos que forman parte del grupo.

La competitividad entre individuos, siempre que sea sana, mejorará el desempeño de estos y el de la empresa; pero tal competitividad no será posible hasta que se trate a los individuos por sus méritos, capacidades y habilidades, no como un número más.

Hoy en día, hay mucho talento que se pierde porque las personas que deberían haberle brindado apoyo en sus fortalezas, no lo hicieron, incluso lo debilitaron aún más si cabe, tratándolo como uno más entre todos, sin darnos cuenta de que todos somos diferentes.

Esto confirma el egoísmo de las empresas y estados que por “el bien común” nos toman por dígitos en una pantalla, cuando en realidad la valía de todo ser humano reside en sus múltiples capacidades y talentos. Así, se ahorran que las personas reconozcan, con el fin de potenciarse a sí mismos, cuales son sus fortalezas y debilidades, ya que podría tambalear la estructura social en la que ellos reinan.

A modo de conclusión, dejo plasmado mi más humilde anhelo de un cambio en la sociedad, en el que seamos capaces de dar la vuelta a la situación, y toda persona desde su Don pueda competir con otra diferente en favor de una mejora mutua.

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