Enseñar a querer: el secreto para nunca abandonar tu instrumento en una gasolinera.

Enseñar a tocar un instrumento va más allá de enseñar a mover las manos o soplar sobre el mismo con una determinada técnica. Enseñar a tocar un instrumento tiene que ver con enseñar a quererlo. Y para querer hay que conocer, emocionarse y, sobretodo, enganchar.

Hace unos años llevé a cabo un taller de música con una app muy sencilla dirigida a los niños para componer fragmentos musicales con diversas muestras de instrumentos variados. Había chavales con verdadero talento e intuición para la composición sin tener ni idea de música. Simplemente jugaban con la app sin ningún tipo de prejuicio. Pero más allá de eso, todos eran capaces de hacer algo y comprender ciertos rudimentos básicos en cuanto a ritmo y melodía. La paradoja se daba cuando la mayor parte de los chavales que pasaban por el taller (las sesiones eran de media hora y rotativas durante una jornada completa con buena afluencia de público) me comentaban que habían estado estudiando tal o cual instrumento durante años y ‘lo habían dejado’. Algunos de ellos habían terminado ‘odiando’ el instrumento. Odiar un ‘objeto’ es mucha tela, nadie odia un frutero, un vaso o un jarrón porque sí. Te tienen que hacer algo malo, insultarte o hacerte la zancadilla. Pero sí, parece ser que los instrumentos musicales pueden llegar a hacer bullying.

Para mí, enseñar a tocar la guitarra en la OEB tiene que ver con enseñar a querer el instrumento, a disfrutar con él. ¿Cómo lograr que la chavalada se enganche hoy en día a algo que huele a madera?

La música puede ser triste, alegre, bailable, melancólica… pero nunca, nunca debe ser aburrida. Es verdad que el aprendizaje requiere repetición (los franceses llaman a ‘repetition’ a nuestro ‘ensayo’) y para la repetición es necesaria unas dosis determinadas de motivación. Por eso trato de acercarles al instrumento a través de canciones que les gusten o que les puedan gustar, (también canciones originales compuestas para la ocasión), canciones actuales que quizá estén alejadas de la guitarra española en la mayor parte de los casos, pero que siempre se pueden armonizar para acercarlas a ella. Empezamos tanto con acordes como con las melodías principales, nos atrevemos con todo porque no tenemos prejuicios y tratamos de avanzar no sin esfuerzo y mucho empuje.

Las clases de tres alumnos tienen la ventaja de poderse trabajar en equipo: trabajar en equipo significa trabajar en grupo, como todos los grupos de rock, de pop, de salsa, de cámara o de hip hop. En este combo de tres peques cabe todo lo posible y unos tiran de otros: se aprende el trabajo solidario, la pregunta y la respuesta, la conversación con seis cuerdas -tenemos hasta 6 cuerdas para elegir y todo tipo de combinaciones :)-. Y todos tienen algo que enseñar y aprender en cada clase. Este trabajo ‘de banda’ es otra de las patas que sustenta la pedagogía en grupo.

Naturalmente, muy pocos alumnos van a decidirse profesionalmente a la música, pero pienso que el ‘idioma’ musical, la interpretación con las manos, el canto acompañando el instrumento son herramientas tan importantes como saber expresarse en un idioma o saber escribir. Hablemos pues del ‘bilingüismo musical’ porque conocer los rudimentos para expresarse con la guitarra, poder tocar con amigos, con desconocidos o con la familia no debería ser un privilegio sino un derecho. Y en ese sentido la OEB está realizando una labor impagable por el barrio. Un barrio lleno de niños con un instrumento entre las manos es un barrio más alegre. Y éste ahora mismo lo es.

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