Escribir: ¿necesidad? ¿gusto? ¿obsesión?

Hay gente que no concibe su vida sin escribir, y ojo, con ello no me refiero a escritores que dediquen su vida a ello. Conozco muchas personas que plasman todos sus pensamientos e inquietudes en papel. Por un lado, estamos la extraña especie que lleva un diario y periódicamente, pase lo que pase escribimos en él. Otros, que, aunque no lo hagan de forma tan sistemática, no conciban el día a día sin una libreta y una pluma a su lado. Hay gente que hace listas, otros que hacen anotaciones en el celular u en hojas sueltas. También está quien quiere preservar la memoria, no dejarle al olvido sus mejores experiencias. En fin, cada cabeza es un mundo.

La escritura terapéutica no es exclusiva del mundo de los escritores, es una forma de catarsis o expresión, como para algunos puede ser el ejercicio o incluso cualquier otro arte. Lo único que se necesita es soltar la pluma y dejar que esta te lleve por caminos inesperados y créanme, la magia sucede. Sea o no con fines literarios lo que escribimos termina por ser una creación y por eso me encanta esta frase de Isabel Allende: «A través de la escritura el sufrimiento puede ser tramitado en arte, es un camino de recuperar lo que está perdido» .

Si bien no necesitamos ser escritores o artistas, sí que podemos mirar su ejemplo para reconocer —comprobar quizá— lo necesario que resulta escribir. Quizá pueden ser más propensos a vivir obsesionados por registrar la vida, como cada curiosidad que observan en la calle, cada idea que se detona en su cabeza, cada pensamiento, pero también toda emoción. Por eso muchos escritores llevaron un diario: Kafka, Amiel, Virginia Wolf, Anaïs Nin, Idea Vilariño, Miguel de Unamuno, Francisco Umbral, Katherine Mansfield. En fin, a lista es interminable. Este terminaba por ser el acompañante de sus grandes frustraciones personales y artísticas, el repositorio de sus futuras obras, pinceladas de inspiración y para muchos otros, el confidente de sus grandes miedos y tristeza.

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El escritor Graham Greene dijo: «Escribir es una forma de terapia. A veces me pregunto cómo se las arreglan los que no escriben, lo que no componen música o pintan, para escapar de la locura, de la melancolía, del terror y pánico inherente a la condición humana». A mí esta frase me deja helada y creo que no podría tener más razón. El mundo sería mejor si todos escribiéramos, porque dejaríamos en el papel el enojo, la frustración o nuestras interrogantes e inquietudes, pero también los momentos felices, personas que pasan por nuestra vida, viajes, momentos.

Para mí escribir es una necesidad sin duda alguna, llevo un diario, aunque también tengo mi libreta creativa y otra espiritual. Me encanta releer mis diarios porque me hace recordar qué quiero, quién soy, quién ya no quiero ser. Me ayuda a recalcular. Me ayuda a alejarme de los problemas e incluso a ordenar mi caótica cabeza. Amo escribir en la naturaleza y sin duda alguna, escribir a mano y con plumas de colores.

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