A favor de las humanidades y la lectura

Decía Goethe que cuando uno lee, uno no aprende algo. Se convierte uno en alguien. Y es cierto. Uno de los mayores problemas con los que nos encontramos los profesores de humanidades (historia, lengua, literatura o filosofía) es el déficit tremendo de comprensión lectora por parte de muchos alumnos. Existe una idea comúnmente aceptada por gran parte de la sociedad que explica este problema: los alumnos no comprenden lo que leen porque no leen

Pero ¿hasta que punto es esto cierto? ¿Los adolescentes entre 13 y 17 años no leen?¿o se trata una vez más del fenómeno de las self-fulfilling (profecías que se cumplen solo por el hecho de ser enunciadas)? Es decir, repetimos tanto que los adolescentes no leen, que acaban por comportarse a posteriori como nosotros predecimos. El tema obviamente es más complejo por varias razones. Vamos a analizar algunas. 

En primer lugar, no es cierto que los adolescentes ahora lean menos que hace quince años. Hay gente que lee y gente que no. Los que leen, leen mucho y los que no, no leen nada. Muchos padres se aferran a la idea de que ellos leían mucho más que sus hijos pero eso es una idea romántica: la lectura es un hábito; si hay libros en tu casa, si tus padres leen, si te pican con libros interesantes, quizá te conviertas en un lector empedernido. Si no, es díficil. Muchos padres tendrían que plantearse cuántos libros hay en su casa, cuantas horas leen al día y sobre todo si sus hijos los ven leer, porque muchos hábitos son miméticos. El ejemplo sigue siendo importante y mucho más ahora, porque la cultura de lo audiovisual ha copado el entretenimiento de gran parte de la sociedad.

Y aquí enlazamos con el siguiente problema. Las redes sociales, YouTube, los videojuegos ¿han comido terreno a la lectura o son entretenimientos compatibles? Es cierto que el público adolescente se siente más cómodo en este contexto, pero también es verdad que muchos niños y jóvenes no leen porque no han tenido un estímulo suficientemente interesante para afiliarse a la literatura. 

Y aquí analizamos el tercer asunto espinoso. ¿Se enseña bien la literatura en los colegios? ¿Es positivo que un alumno o alumna de trece o catorce años tengan que leer La Celestina,por ejemplo? ¿Es la literatura del siglo XV el mejor pasaporte para entrar en el mundo fantástico de la lectura? Parece que la respuesta es no. Hay muchos libros maravillosos para adolescentes ("El camino" de Delibes, "La isla del tesoro" de Stevenson, "Robinson Crusoe" de Daniel Defoe y mil libros más) pero si un alumno de 3 de la ESO tiene que leer "La Celestina" o "El lazarillo de Tormes" obviamente van a detestar la lectura, no porque esos libros no sean interesantes, que lo son, sino porque esos estudiantes van a relacionar literatura y la lectura con exámenes, con notas. Y como me dicen muchos de mis alunmos cuando les pregunto que les ha parecido un capítulo de El Quijote, por ejemplo:"no he entendido nada" o "no sé ni de qué va". Es decir, relacionan libros con colegio, con exámenes, con no comprender nada o con un rollo insoportable. 

¿Cómo podemos los profesores revertir esta situación?

Creo que una labor interesante que tenemos los profesores de humanidades es hablar a nuestros alumnos de libros, picarles, contarles historias, intentar que lo lean simplemente por placer, porque sí, porque es guay. Porque las personas que no leen se pierden una de las experiencias más alucinantes de la vida, que es vivir muchas vidas en una, ser personas diferentes, experimentar aventuras alucinantes y desarrollar la imaginación. Y sobre todo es importante acostumbrar a los niños a leer porque un niño que lee se convertirá en un adulto que piensa.

Empezábamos el artículo citando a Goethe, el padre del romanticismo y está bien cerrarlo citando a Cervantes, que ya lo tenía claro. "El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho". Pues eso. 

 

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