Tras meses de trabajo los estudiantes afrontan la recta final a marchas forzadas, si no han conseguido alcanzar al menos el objetivo de aprobar, o manteniendo el ritmo ya sea porque han tenido éxito durante el curso o porque, en caso contrario, no les ha preocupado mejorar sus resultados.
El profesor que da clases particulares se encuentra con todos esos tipos de alumnos, con más o menos capacidad y motivación. Al igual que un paciente que acude al doctor por problemas de salud, la posibilidad de que los consejos del galeno o el profesor tengan un efecto positivo no dependerá únicamente del "remediador" . La vida que haya llevado la persona que acude a él y los cambios que se comprometa a realizar en sus hábitos son factores en muchos casos de mayor importancia incluso que la valía del profesional. Ante todo hay que ser claros y directos. Los milagros escasean y por su casi nula probabilidad de ocurrir son eso, milagros. No es un mal consejo hacerles esta advertencia a los padres y alumnos que llaman con urgencia al profesor para encontar la solución rápida a lo que se ha venido haciendo mal durante todo el año, más si encima se hace con tiempo escaso para enderezar el rumbo del estudiante.
El profesor puede completar con sus explicaciones durante las horas de clases particulares las carencias que el alumno pueda sufrir en partes de las materias que han sido impartidas en su centro educativo. La labor del profesor será la de profundizar en los problemas que impiden que el alumno logre asimilar los conceptos que es incapaz de entender. En esa tarea docente se combina el esfuerzo de indagación en la forma de comprender del alumno con la motivación del mismo. Si después de todo, no prende la llama en el alumno, no surje en él la necesidad de sentir que se enfrenta a un reto que quiere superar y que va a esforzarse para ello, poco o nada más habrá que hacer.
