En mi experiencia como docente muchos alumnos me preguntan cómo ser un buen baterista y aún pienso que esta respuesta es variable en función del contexto en que se trate.
Algunos creen que la clave se centra en la velocidad, cuánto más corres mejor para el espectáculo; otros piensan que lo importante es tener un amplio lenguaje, para poder aplicar la mayor cantidad de elementos al instrumento; otros apuestan por el metrónomo, sin perder el tempo…
Según mi opinión todo ello es correcto e incorrecto a la vez. Es cierto que cuanto más dominio de lenguaje, cuanta más velocidad o mejor dominio del tiempo más nos desarrollaremos en ciertos ámbitos, pero no todo acaba ahí.
Un baterista debe conocer el rol que desempeña, ya que en ningún caso somos cantantes o guitarristas. Nuestro papel se centra en ser el timón del barco, el capitán musical del grupo. Nuestra expresividad tras la batería contribuirá a que nuestro grupo pueda ser mediocre o pueda ser excelente. Hay una cita que pienso es muy acertada: “un grupo medio con un gran baterista es un gran grupo, un gran grupo con un baterista medio es un grupo medio”.
Debemos entender que si desarrollamos nuestro papel a la perfección contribuiremos a que el grupo dé pasos adelante y hacia una buena dirección. Eso no quita que también podamos lucir nuestras habilidades, las cuales hemos ido elaborando con nuestro estudio, pero siempre dentro del contexto adecuado. Saber cuándo introducir un redoble por ejemplo, con qué intensidad y texturas, para que el resultado empaque bien en el conjunto.
Es trascendental que permitamos crear espacios donde el resto de los componentes del grupo puedan expresar su musicalidad, dando lugar a una atmosfera adecuada que llegue al público y atraiga su atención.
El baterista no trabaja con escalas o trémolos, no podemos aplicar un sol sostenido o un mi menor. Nuestra musicalidad se expresa con los timbales, con los platos o con cencerros, ahí tenemos más variedad de elección, y sobre todo se expresa, en mi opinión, con la INTENSIDAD. Al trabajar con un instrumento tan acústico debemos calibrar nuestra energía para ofrecer un sonido correcto. Eso implica un autoconocimiento profundo de la batería pero, aún más importante que eso, de uno mismo. Nunca olvidemos que quien toca la batería es una persona, y esa persona es la que debe concienciarse de lo que está haciendo, lo que está tocando, con quién lo está elaborando y con qué finalidad.
Se debe trabajar para comprender tal extremo, ya que entonces podremos empezar a decir que somos grandes bateristas.