¿En qué se parecen y diferencian el latín y el griego?

Has comenzado a estudiar bachillerato y, tras sopesar los pros y los contras, te has decantado por elegir la rama de humanidades. ¡Enhorabuena! Aunque algunos te hayan criticado por inclinarte por lo que consideran «inutilidades», debes considerarte una persona privilegiada porque vas a adentrarte en el meollo de lo que significa el ser humano y, si te lo tomas en serio, serás más capaz que el resto de analizar en profundidad la realidad y tener una visión crítica y global del mundo y sus problemas.

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A buen seguro, uno de los primeros interrogantes que te habrás planteado es si elegir como optativa la lengua griega, habida cuenta de que ya en el programa tienes el latín como troncal y te estarás preguntando para qué estudiar otra lengua clásica más (algunos te dirán que muerta, pero eso es un error, ni el latín ni el griego están muertos).

Pero también te debe interesar descubrir las similitudes y diferencias entre estas dos lenguas, ya que conocer estas te va a ayudar muchísimo a la hora de abordar de manera sistemática y eficiente el estudio de ambas.

Lenguas indoeuropeas flexivas

La primera similitud que encontramos entre el latín y el griego es que tanto una como otra lengua son de origen indoeuropeo, es decir, provienen de una raíz común llamada por los lingüistas protoindoeuropeo, que tuvo su origen en algún punto alrededor del Mar Negro (sur de Rusia, órblast de Kurgán, sudeste de Ucrania, Armenia o Irán son las principales hipótesis propuestas).

Al pertenecer a la misma familia y tener un antepasado común, podemos encontrar a veces similitudes en el vocabulario, como ocurre con la palabra «corazón», que en latín es cor, cordis y en griego καρδία (aunque en otros casos dichas similitudes se deben a los préstamos que el latín toma del griego, los helenismos), y también en algunas formas gramaticales, como pueden ser la primera y la segunda declinación, o en ciertas estructuras sintácticas, por ejemplo, en la existencia de oraciones de infinitivo con sujeto propio en acusativo, la cláusula participial absoluta o la construcción de dativo posesivo con el verbo copulativo, entre otras.

Pero en lo que más se parecen ambas lenguas a nuestros ojos de hablantes de una lengua analítica es que tanto latín como griego son lenguas flexivas. Pero, ¿qué queremos decir con esto? Queremos decir que para indicar las funciones sintácticas no se valen de palabras sueltas o morfemas libres, como podrían ser las preposiciones, sino que van añadiendo a la raíz del sustantivo o adjetivo una serie de afijos encargados de marcar lo que se conoce como «caso». Por eso una de las primeras cosas que vas a estudiar son las llamadas «declinaciones».

Para terminar con este apartado dedicado a las similitudes no podemos olvidar hacer un apunte: en la Antigüedad ambas lenguas mantuvieron una estrecha conexión, pues no podemos olvidar que si bien Roma tomó el territorio heleno por las armas y lo incorporó a su Imperio, Grecia cautivó a los romanos por su cultura, que dejó en este pueblo una profunda huella perceptible tanto en la literatura como en las artes, las creencias, la ciencia y la filosofía.

Dos lenguas que presentan marcadas diferencias

Aunque hemos dicho que latín y griego comparten un origen común, el protoindoeuropeo, sin embargo cada una de estas lenguas pertenece a una rama distinta de este árbol: el griego es de la rama helénica, frente al latín, que pertenece a la rama itálica.

Otra diferencia importante está en la cuestión de su homogeneidad: podemos afirmar que el griego como tal no existió, lo que encontramos son diferentes dialectos helénicos, que si bien están muy estrechamente emparentados, entre ellos se produce el fenómeno de la disglosia, es decir, diferentes variedades de habla y escritura. De hecho, lo que tú ahora te dispones a estudiar es el dialecto jónico-ático hablado en la Atenas Clásica, dialecto que fue la fuente principal de lo que más tarde se denominó «griego de la koiné», que daría lugar primero al griego medieval y más tarde a la actual lengua griega.

El latín, por su parte, fue desde los orígenes una lengua muy homogénea, pues estamos hablando del dialecto itálico hablado en la región del Lacio, donde se encuentra la ciudad de Roma. El latín, lo mismo que el griego, ha sufrido una evolución diacrónica desde la época arcaica hasta su fragmentación en lenguas romances, y conocía pequeñas variantes según la zona del imperio. Como anécdota se puede referir que los soldados se burlaban de la manera de hablar del emperador Trajano, ilustre hijo de la Bética, por su acento y su pronunciación, que no eran las de la capital del Imperio. A pesar de ello, el latín fue siempre una lengua mucho más uniforme. Pero también quiero advertirte que lo que en estos dos años de bachillerato vas a estudiar es el conocido como «Latín clásico», es decir, el hablado entre los siglos I a.C. y II d.C.

Sin embargo, la diferencia que salta a simple vista es la alfabética: griego y latín no comparten alfabeto, si bien no podemos dejar de observar que hay bastantes parecidos.

El alfabeto griego es una adaptación fonológica del alfabeto fenicio. Los fenicios, que eran grandes comerciantes y muy pragmáticos, consiguieron idear un sistema de escritura muy económico, ya que con poco más de veinte grafías, era capaz de recoger todos los vocablos de su lengua. Es la madre de sistemas fonográficos tan distintos como el alfabeto griego, el abecedario latino, el alefato hebreo o el alifato árabe. En el caso de la lengua griega, hubo diversos alfabetos, pero el que se terminó imponiendo fue el de Mileto. En la época clásica solo se conocían las mayúsculas. Las minúsculas que vas a aprender y que son las que más vas a utilizar aparecieron de manera tardía, ya en época bizantina.

El abecedario latino, por su parte, también procede en origen del fenicio, pero a través del alfabeto etrusco. Los romanos escribían en mayúsculas y sin puntos ni comas. La minúscula aparece en época medieval y los puntos y comas que observarás en los textos que vas a traducir han sido colocados posteriormente por sus editores para facilitar su entendimiento. Por eso las ediciones escolares suelen tener más puntuación que aquellas dirigidas a eruditos.

Al ser una lengua más antigua que el latín, el griego, cuyo origen hemos de cifrarlo en torno al 4.000 a.C., es una lengua poco económica, con una fonética y una gramática complejas, llenas de excepciones e irregularidades. El sistema verbal, por ejemplo, es difícilmente sistematizable y, aunque solo tiene tres declinaciones, estas encierran una mayor dificultad que las del latín. Tiene tres voces, activa, media y pasiva, frente a las dos del latín, y, aunque solo conoce dos formas no personales del verbo, el infinitivo y el participio, tanto su morfología como su sintaxis son mucho más arduas que las de las cinco que encontramos en latín (infinitivo, participio, gerundio, gerundivo y supino). El griego conoce el artículo, cosa de la que el latín carece, y sus declinaciones han reducido a cinco los ocho casos indoeuropeos: nominativo, vocativo, acusativo, genitivo y dativo. Estos dos últimos se han repartido las funciones del locativo, el instrumental y el ablativo.

Por su parte, el latín, lengua cuyos inicios situamos en torno al año 1.000 a.C., al ser más reciente es mucho más económica y está más sistematizada. El sistema verbal latino, organizado en torno a conjugaciones y temas, es de fácil abordaje y estudio, pues los verbos irregulares pueden contarse con los dedos de las dos manos y, además, en el tema de perfecto son todos regulares. Aunque tiene cinco declinaciones, frente a las tres del griego, también estas son muy accesibles al aprendizaje y sus seis casos (el latín mantuvo el ablativo) no presentan serias dificultades.

Por último, hemos de hablar de la proyección de estas dos lenguas clásicas. Mientras que, como he reseñado anteriormente, el griego de la koiné dio lugar al idioma griego moderno, el latín, en su variante vulgar, a la caída del Imperio Romano, se fue fragmentando y dio lugar durante la Edad Media a las actuales lenguas romances. El griego clásico, a su vez, es la lengua de la Filosofía y el origen etimológico de muchos tecnicismos y palabras relacionadas con las ciencias, mientras que el latín ha dejado su huella en el Derecho y fue la lengua doctrinal y litúrgica de la Iglesia Católica hasta el Concilio Vaticano II por lo que aún hoy en día es la lengua oficial de un pequeño Estado: el Vaticano.

Estas son algunas de las similitudes y diferencias de estas dos lenguas clásicas en cuyo conocimiento vas a iniciarte. A buen seguro que durante esta travesía de dos años, tú también encontrarás otras mientras te adentras en la aventura de su conocimiento. Por ello, estaría encantada de que también las compartieras con nosotros.

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