Que cada uno aprenda a su manera es una realidad que se entiende realmente al empezar la universidad. Cuando ya se abandonan las aulas de la secundaria y el estudio se vuelve una elección totalmente personal, vemos en una mezcla entre entusiasmo y desorientación que podemos estudiar “como nos da la gana”. Mapas mentales, resúmenes, video de YouTube, apuntes repetidos en voz alta…nadie nos juzgará, siempre y cuando el método elegido sea eficaz. Esto quiere decir que personalizamos nuestro aprendizaje. Habrá cosas que nos interesarán más, otras menos, cosas que llevaremos con nosotros para siempre, cosas que olvidaremos nada mas pongamos el capuchón al bolígrafo terminado el examen. Esto es normal, es justo, y os diré más, es hasta ético.
Cuando el aprendizaje se vuelve extremamente consciente y motivado por una libre elección, a la vez, se torna algo íntimo, un enlace biunívoco entre la disciplina aprendida y el alumno.
En la enseñanza de idiomas a personas adultas, la acción de la personalización es una de los principales cuidados que un profesor tiene que actuar en la economía de su sistema pedagógico, nunca podemos olvidarnos quien tenemos en frente, cuáles son sus necesidades y, sobretodo, cuáles son sus expectativas en referencia a su experiencia de aprendizaje, que quiere decir: que imagen tiene de sí mismo, en el futuro, como conocedor de los contenidos que irá aprendiendo. El alumno adulto es un desafío pedagógico que a menudo te obliga a hacer y deshacer tus planes, a modificar los temas, a cambiar la senda didáctica que escogiste y es así justo porque necesita la continua y vivaz personalización. Es un alumno muy atento, no solo a la disciplina impartida, sino a la atención que el docente pone en el observarlo y en el acompañarlo hacia su aprendizaje. Diría entonces que la personalización es un deber del profesor hacía un público de alumnos adultos. La falta de la misma conlleva a menudo al abandono de la disciplina (o del profesor).
Tenemos, como docentes operantes en este ámbito, una enorme ventaja que otros compañeros no tienen: nadie nos pide una uniformidad curricular, no tenemos que dar cuenta a ningún director (o ley) del recorrido que hemos seguido. Además en las clases online las ocasiones de conocimiento de nuestros alumnos son muchísimas y continuas, toda la clase nos aporta pistas sobre como podríamos personalizar el aprendizaje y los contenidos. Hay que aprovechar estos recursos, no desperdiciarlos porque es gracias a ellos que nuestra pedagogía será cada vez más eficaz.
Las metodologías son multíplices y es normal que cada docente se sienta muy cómodo con una en especial o que le resulte más efectiva que otras, pero no hay personalización sin fusión metodológica: todas las herramientas tendrían que estar disponibles, no podemos cerrarnos a nada, ni siquiera a lo que nos parezca antiguo o superado, porque, a veces, nuestros alumnos nos sorprenden y lo que nos perecía inutilizable es justo lo que necesitan para avanzar.