La similitud entre el estudio musical y la cocina

Siempre he sido considerada una terrible estudiante, todos los informes de mis profesores destacaban lo mucho que me distraía, que hablaba o que simplemente me quedaba mirando el techo (recuerdo que me encantaba el techo de mi escuela, era como de paja aislante). Llevo diez años ejerciendo como profesora de música y algunos de mis alumnos han llegado mucho más lejos de lo que ellos mismos creían que jamás podrían.

Dar clases de música

¿Por qué? ¿Tan buena profesora soy? Ojalá poder decir eso, pero creo que sería faltar a la verdad. No es que sea buena profesora, es que al ser una "mala estudiante" he aprendido qué no debía hacer como profesora. Y, aún más importante, siempre me autoanalizo para hacerlo mejor con los siguientes estudiantes.

Hoy quiero hablar del proceso de aprendizaje y la percepción que tenemos de este. Porque si alguien te dice que estudia música, es probable que pienses automáticamente que va a clases con un profesor. Estamos tan acostumbrados a relacionar el conocimiento, las habilidades y su desarrollo con el aula que nos parece que el estudio en casa es complementario (e incluso opcional). Y hoy vengo a decirte que quizás es justo al revés.

Quizás algunos estáis pensando "¿Se ha vuelto loca? ¿Cree que su propio trabajo no es importante?". Nada más lejos de la realidad, creo que la docencia es una de las profesiones más bellas e importantes que existen, pero hay que entender cuál es el trabajo del profesor y cuál no.

Evidentemente todo cuanto diré en este post es producto de mi experiencia y, por lo tanto, solamente una opinión que es válida para mí. Quizás para tí no sea útil y no pasa nada, quizás encontrarás en otros profesores una visión que se ajuste mejor a tus capacidades. La única cosa que sí pienso que es aplicable de forma absolutamente universal es que no hay dos alumnos iguales y, por lo tanto, no existe el método perfecto. Ojalá mi experiencia y reflexiones sean tan útiles para tí como lo han sido para mí. Y ahora... ¡empecemos!

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Supongo que el título te ha sorprendido, ¿qué pinta la cocina en todo esto? No te preocupes, ¡no era un intento de clickbait! Es una metáfora que se me ocurrió cocinando y que, creo, expresa bastante bien mi forma de entender el aprendizaje musical (aunque seguramente se pueda extrapolar a otras disciplinas y habilidades).

Imaginémonos que nos hemos apuntado a un pequeño curso de cocina. Cuando llegamos al aula nos encontramos con unos ingredientes sobre la mesa, los utensilios de cocina y al profesor. Nos empieza a dar instrucciones de cómo cocinar bien unos garbanzos.

Para ello, tendremos que seleccionar las mejores legumbres, saber cuántas horas dejarlas en remojo, qué cantidad debemos echar por litro, si las sazonamos o no, etc. No solamente nos da las instrucciones, sino que, además, nos ayuda a seguirlas paso a paso a su lado, nos corrige cuando nos equivocamos y ¡nos mantiene motivados! Parece el profesor perfecto, ¿verdad?

Aún así, cuando llegamos a casa y nos proponemos hacer lo mismo que en la clase no nos sale. Hemos seguido al pie de la letra las instrucciones de clase, pero en casa salen mal. Pasan las semanas y, aunque en la clase van saliendo más o menos las recetas, el día que queremos sorprender a nuestra familia con nuestras habilidades culinarias recién adquiridas parece que se nos apaguen las neuronas y todo sale mal. Tienes un compañero en la clase que te explica que le pasa algo parecido; en casa siente que le sale más o menos bien y cuando llega al aula se le calcinan todos los platos.

¿Acaso el profesor no es tan bueno como creíamos? Bueno, sí y no. El problema no está en cómo enseña a cocinar el profesor, sino en las herramientas que te da para que puedas cocinar fuera del aula. Para empezar, no ha tenido en cuenta cómo es tu cocina. El motivo por el que no te salen en tu casa es que, seguramente, tu equipo de cocina no es como el de el profesor.

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Quizás en vez de fogones tienes vitrocerámica, el agua es más dura en tu zona, tus ollas no son tan antiadherentes y su tapa deja salir más vapor que la tapa de las ollas de la clase. Pero claro, el profesor no tiene tiempo (ni necesidad) de ir a casa de cada alumno para inspeccionar sus cocinas. Además, tu compañero de clase, ese al que le salía bien en casa y mal en el aula, ¿es su cocina mejor que la de la clase? Seguramente no, pero en su casa tiene un entorno en el que se siente seguro y cuando es observado por el profesor le sale todo al revés.

Aquí viene el momento en que nos damos cuenta de que ser profesor de cocina no es tan sencillo como creíamos. No sirve de nada ser solamente un buen cocinero, tenemos que ser capaces de que los platos puedan ser cocinados por los alumnos en cualquier circunstancia. Es decir, tenemos que ayudar a los estudiantes a que encuentren sus propios caminos y metodologías con suficiente flexibilidad como para que puedan cocinar cualquier cosa sin nuestra ayuda.

El profesor no necesita saber cómo es tu cocina, pero sí que necesita explicarte en qué debes fijarte, cómo analizar una cocina y sus utensilios y marcar los puntos más importantes de un plato para poder llegar a ellos por distintas vías según la situación en que te encuentres. Básicamente no tiene que enseñarte a hacer un plato; tiene que enseñarte a ser cocinero.

Seguramente habrás visto los paralelismos con la música enseguida. Uno puede ser muy buen músico y no saber cómo lograr que tú también lo seas. Puede darte un maravilloso concierto, puede explicarte cómo mueve exactamente la mano para tocar esa pieza en concreto y así tú lo puedas imitar, pero... ¿te convierte eso en buen músico también?

Evidentemente no. Porque cuando llegues a casa sin su supervisión verás y escucharás las cosas de forma distinta, te faltarán herramientas y criterio para saber qué estás buscando. Además, no es lo mismo tocar solo en casa que delante de un profesor, de tu familia o de un auditorio. ¿Cómo se explica esto? Pues muy sencillo, no se explica y es por eso que el aprendizaje profundo de cualquier disciplina es una carrera de fondo, no los 100 metros lisos. No se trata de imitar unos gestos, se trata de moldear toda tu forma de estar y pensar.

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Suena complicado, ¿cómo vamos a ser capaces los profesores de hacer todo eso? ¡Si al principio ya es suficientemente difícil conseguir que los estudiantes tengan una buena postura! El truco está, básicamente, en dos cosas; priorizar y tener paciencia.

Está claro que no podemos empezar la primera clase intentando que el alumno sea capaz de tener una autonomía completa (como ya hemos mencionado, es una carrera de fondo), así que se trata de ir analizando lo que cada alumno necesite en cada momento. Habrá estudiantes que el primer día tengan una postura perfecta, pero que no sean capaces de sacarle sonido al instrumento.

Habrá otros que los primeros días tendrás que enfocarte solamente en la postura, o solamente en la lectura. Cada alumno es un mundo, así que ¡paciencia ambos! Y sí, digo ambos, porque aquí está la otra conclusión. Por mucho que tu profesor te explique las mil y una lecciones, lo único que marcará la diferencia es tu trabajo personal.

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Te encontrarás profesores de todo tipo, pero aquí el músico que se está formando eres tú y, por lo tanto, tu responsabilidad. Los profesores somos solamente una pequeña guía en comparación a lo que puedes hacer por ti mismo, así que cualquier aprendizaje se basa también en conocerse a uno mismo (irás cambiando con el tiempo, así que nunca acaba el camino del autoconocimiento) y ser tu propio maestro.

Tomarás prestado de todos tus profesores muchos conocimientos, pero siempre tendrás que ir adaptándolos a ti mismo. Al principio es normal tomarse al pie de la letra todo lo que te diga tu profesor porque, básicamente, todo es nuevo para ti. Pero debes grabarte a fuego que nada de lo que aprendas será definitivo, seguro que irá cambiando con el tiempo y eso está bien.

Y de aquí sale otra cosa que creo que es muy importante; es bueno ir cambiando de profesor. No, que al cabo de unos años creas que ya no aprendes nada nuevo con tu profesor no es mala señal de nada. Ni tu profesor es mal profesor ni tú eres mal alumno. Seguramente es solo que ya te has nutrido mucho de su punto de vista y necesitas nuevos horizontes.

Piensa que tu profesor seguramente es lo buen músico que es porque también él es el resultado de muchos profesores y distintos puntos de vista. ¡No existe el buen camino y está bien trazar curvas! Así pues, queda constatado que el aprendizaje es un trabajo bidireccional, un proceso muy complejo ¡y un mundo maravilloso que jamás deja de sorprender!

Si te gustan estos temas tanto como a mi, te animo a que te quedes leyendo conmigo este blog. Iré escribiendo entradas relacionadas con el aprendizaje, metodologías de estudio y reflexiones varias relacionadas con la música y la docencia para poder todos (incluída yo misma) seguirnos desarrollando como músicos, estudiantes, maestros y personas.

¡Hasta la próxima! :)

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