Sobre el proceso curativo personal de la persona y el papel del terapeuta:

Cada persona tiene su propio proceso de curación y liberación de lo que le perjudica y su propio ritmo para llevarlo a cabo. No es posible por tanto, establecer unos estándares de un tiempo “apropiado” sobre el proceso curativo “adecuado”. Por otra parte, el papel del terapeuta no es más ni menos que el de acompañante y potenciador o facilitador de los procesos curativos de la persona. El terapeuta está al servicio terapéutico de la persona que acude a consulta y no al revés. Esto es importante tenerlo claro porque en ocasiones, tras adquirir nuevas habilidades sanadoras o que permiten interactuar con la energía, puede que el individuo que va actuar como terapeuta se crea superior al resto y genere una relación de dependencia con la persona que va a ser ayudada a ser sanada por él mismo, haciendo creer a la persona que pide ayuda, que ella no tiene ningún control sobre su proceso y que todo depende del “sanador”.

En la terapia que realizo, sigo un principio fundamental el cual es que la persona que acude a consulta en busca de un servicio terapéutico es la protagonista absoluta de su proceso curativo, es decir, toda la responsabilidad de sanar recae sobre la persona y nunca en el terapeuta. Esto se debe a que la persona ha de decidir de manera sincera si quiere liberarse de lo que le aflige mientras que yo, el terapeuta, actúo como acompañante y potenciador o facilitador de su proceso. Es más, es literalmente imposible forzar la sanación si la persona realmente no quiere mejorar. En estos casos, la única vía de acción es respetar a la persona y su proceso y dejarla avanzar a su ritmo. Todo esto coloca al terapeuta en una posición humilde.

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