Programar, o lo que bajo las trincheras conocemos como picar código, es el noble arte de escribirse con una máquina y conseguir que haga algo para nosotros. Para ello debemos escoger un lenguaje que entienda la susodicha y que, además, se ajuste a las necesidades de nuestra tarea. Un lenguaje de programación que será transformado después a código máquina o quizás a ensamblador, luego a unos y ceros y finalmente a impulsos eléctricos.
Cada lenguaje tiene sus propias reglas y su forma interna de funcionar. Quizás un código en java pueda ser muy rápido de escribir, pero el mismo código en C pese a ser lento y farragoso de redactar sea más eficiente. Esto significa que, a la hora de dar el pistoletazo de salida a nuestro aprendizaje, tenemos que elegir y no hay una respuesta única. ¿Qué lenguaje será el más usado los próximos años? ¿Quién ganará las elecciones? ¿Y el número de la lotería? No sabría decir cuál de estas preguntas es más difícil de responder y no lo digo del todo en broma. Para saber qué lenguaje está de “moda” podríamos usar un indicador llamado TIOBE Index, algo así como un ranking de los más usados y ver de un plumazo quienes son los más populares. Pero aun así nos estaríamos equivocando.
Juegos de azar y la llegada del Terminator
Posiblemente, los avances en la informática sean los más rápidos de toda la industria tecnológica en los últimos años (O quizás no, pero me gustan las afirmaciones relativas, nadie te las puede corregir). Esto significa que estar dentro incurre en un aprendizaje constante y en apostar fuerte por el uso de determinadas herramientas. Y he dicho bien, apostar. Porque el índice que comenté antes a veces se mueve más que la bolsa. "Pero a ver, si llegas a ser bueno en algo te da igual, siempre va a haber una oportunidad laboral que se ajuste a lo tuyo". Pues toda la razón, pero ocurre que ser el mejor requiere tiempo y pericia, a lo que se une un segundo problema bastante más moderno.
ChatGPT. ¿Quién no lo ha usado o ha oído hablar de él? Es un prototipo de robot de chat creado gracias a la inteligencia artificial con técnicas de aprendizaje supervisadas y de refuerzo por parte de OpenAI. También uno mostrado al público más reciente, una nueva IA usada en el buscador Bing de Microsoft, con la ayuda del chatbot de la misma empresa anterior. Pero, en lo que nos afecta, una de las capacidades de estos robots es generar códigos de programación (por ejemplo, en Python) a petición del usuario. Es decir, que, con lenguaje natural y en nuestro propio idioma, podemos pedirles que generen códigos de no demasiada complejidad, generalmente funcionales.
Lo que ahora mismo es una iteración más en la fase de aprendizaje de estas máquinas, nos está mostrando el potencial que tienen para hacer… ¡Lo que pretendíamos hacer nosotros! ¿De qué sirve aprender a programar si una máquina lo va a hacer por mí? Que no cunda el pánico. Al menos no mucho. Como toda herramienta que ha llegado a nuestras manos, esta supondrá un cambio de paradigma. Aprender a usar estas IAs como ayudantes en sí será parte del proceso: que nos ofrezcan un código preliminar y que este sirva como base para desarrollar el nuestro, con suerte esquivando alguna parte farragosa. O que nos digan por qué nuestro código no es un buen código, pese a haberlo bautizado y hasta puesto un nombre.
Embarcarse en algo siempre es una aventura
Teniendo en cuenta estas consideraciones, os diré algo: el que no arriesga no gana. Estoy completamente convencido de que merece la pena más que nunca aprender a programar, usando nuestra imaginación y entrenando nuestro lado más racional, la lógica, para dicho cometido. Porque cada vez más y más trabajos requieren de ello en todos los sectores. Porque nos ayuda a pensar de forma distinta a la que acostumbramos. Porque es muy dada al autoaprendizaje. O porque cuando una IA nos gobierne será materia obligatoria en las escuelas. Sea cual sea el motivo, te invito a que aceptes el reto.
