Todo el mundo ha sido primerizo alguna vez. Todo el mundo nos hemos enfrentado por primera vez a un problema, a un tema, o a una asignatura y hemos absorbido sus conceptos sus conceptos sin ninguna preparación previa. Conceptos que pueden llevar ahí años, incluso siglos, y que otras personas han entrenado y perfeccionado una y otra vez. Pero no nosotros.
Empieza a dar clases particulares
Como es normal, esta perspectiva puede caer en el olvido con el paso de los años, cuando el ritmo de aprendizaje disminuye progresivamente. Sin embargo, el profesorado somos un colectivo que en ningún caso puede permitirse caer en dicho olvido.
Esa perspectiva, esa forma de ver el aprendizaje debemos tenerla presente constantemente, puesto que es fundamental en una enseñanza de calidad. Sin ella, la paciencia, la empatía, y el autocontrol necesarios para transmitir conocimientos a nuestro alumnado se hace mucho más difíciles de conseguir.
Esa perspectiva nos permite ponernos en el lugar de alguien que se enfrenta por primera vez a un concepto nuevo, alguien que se embarca a través de un camino que puede ser tortuoso y complejo. Alguien que, además, puede tener más dificultades para recorrerlo de las que nosotros creemos, pero que debe encontrar en nosotros, el profesorado, una mano firme, segura, y confiada. Una mano que, fallo tras fallo y tropiezo tras tropiezo, va a estar ahí una y otra vez para levantarle.
Otras cualidades son muy importantes para la enseñanza, sin duda, como son la competencia en la materia, la firmeza, pero si conseguimos que el alumnado sienta la confianza de que puede fallar, y no sentirse mal por ello, entonces conseguiremos crear un marco y un ambiente en el que podrá aprender.
