Desde hace un tiempo hago clases con Duncan y me parece como un proceso de magia. El aprendizaje tiene mucha relación con la personalidad del alumno. Es decir, hablamos igual en la lengua materna que en la lengua que adquirimos. Observando a Duncan, que es una de esas personas que le gusta hilvanar ideas en la conversación, una idea le lleva a otra y así hasta el infinito. Te das cuenta que su capacidad para expresar esas ideas ha mejorado con el tiempo, cada vez puede hacerlo mejor como en su lengua materna. Pero para lo que a mí es evidente como profesor, para él no es tan evidente. Cree que a su discurso le falta la ironía, soltar el chiste en el lugar perfecto, ser más directo y no perderse en las palabras... Para él aunque nota el avance siempre es imperfecto. La imperfección se muestra como una debilidad, pero solo podemos aprender de nuestros errores. La imperfección nos ayuda a pensar en el discurso, a tener deseos de mejorar. Sin ella el aprendizaje sería imposible. ¿Qué hace a Scott cada día mejor alumno? Es evidente o al menos para mí, sus ganas de aprender. Su no desfallecer ante las trabas que le preocupan. También el tomarse todo un poco a broma en su deseo de perfección. Nada es tan importante como para perder el sentido del humor. Y claro aprendemos mucho más si el estrés no nos domina.
Uno de los fallos más frecuentes en el habla de Duncan se da en el uso o no uso de los verbos reflexivos. Es como una cruz a la que debe enfrentarse, porque aunque para los hablantes de castellano parezca fácil o lógico para los anglo-hablantes es un tema que, aunque puedan comprenderlo y lo hayan practicado muchas veces, el inconsciente los traiciona.
No es igual decir correr que correrse, correrse de sitio o correrse de gusto. Y este pequeño error puede dar pie a situaciones cómicas o querer que te trague la tierra. Lo bueno sería que todo nos lo tomáramos bien, así con el recuerdo de unas tontas risas, no volveríamos a equivocarnos. Y es que no es lo mismo quedar que quedarse a gusto con lo que aprendemos.
