Para iniciar, es importante nombrar lo planteado por David Sobel en su texto “Más allá de la ecofobia” en el que manifiesta “En nuestro entusiasmo de hacerlos consientes y responsables de los problemas del mundo, los estamos arrancando de sus raíces...”. esto lo podemos ver reflejado en muchas de las clases de educación ambiental, en las que por el afán de crear conciencia sobre las problemáticas y dificultades ambientales, empezamos a mostrar de una manera directa, real y en algunos casos cruel, fotografías, video, imágenes, documentales y todo lo demás que muestre abusos a la naturaleza y los animales y que son producto de actividades antrópicas.
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Estas acciones generan en muchos de los estudiantes o personas receptoras efectos completamente contrarios, que los lleva a alejarse por completo de la educación ambiental y del cuidado de la naturaleza como acción remediadora de nuestros actos humanos en este planeta.
Teniendo en cuenta lo anterior, se tiene una delgada línea entre generar conciencia ambiental por medio de contenido explícito o generar ecofobia, por ello, es necesario reevaluar nuestros procesos como educadores para evitar llegar a la ecofobia, porque ésta solo lleva a que las personas (niños, jóvenes, adultos, etc.), se alejen de los procesos de educación ambiental y no se tendrían avances o incluso, se tendría un retroceso.
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Todo esto lo podemos relacionar con la convicción de amar primero para poder cuidar después, porque se hace necesario primero enseñar el lado positivo, e incluso, se hace necesario llevar al contacto con la naturaleza. Luego de logrado el contacto, y enseñado todos aspectos bonitos y mágicos de la naturaleza ya se pasa de una manera gradual a ir explicando las afectaciones o impactos que se tienen. Así, generamos amor y respeto primero y luego, mostramos la realidad para proponer soluciones o acciones de mitigación, sin caer en la ecofobia.