Los idiomas como fundantes de la libertad

Argentina y su inestablidad obligaron a mis padres a emigrar a Alemania, escapando de la dictadura. En Alemania aprendí a hablar, de modo que cuando mi madre volvió a Argentina, tenía un fuerte acento. En Argentina los acentos extranjeros son muy valorados, de manera que fui por un tiempo objeto de discusión entre familiares y amigos. Aún no puedo sacarme la "r" algo deformada.
Mi madre eleijió el liceo francés para la escolaridad de mi hermana y mía. Teníamos casi todas las materias en francés, y en casa hablaba francés con mi madre cuando nos enojábamos. Eso nos obligaba a pensar lo que decíamos, y terminábamos diciéndonos más directamente lo que queríamos o necesitábamos.
Desde los 10 años fui regularmente a una escuela de inglés además del colegio a tomar clases extra, que por la cantidad de estudiantes eran prácticamente clases particulares o de 2 ó 3 estudiantes. La relación con los profesores era bastante íntima, aunque la directora me odiaba. No tanto porque no estudiaba mucho e igual tenía buenas calificaciones (el inglés, como todos los idiomas, me apasiona y absorbía todo en clase como una esponja), sino porque estaba enamorado de su hija, e iba a las clases con la esperanza de al menos verla de lejos. Se imaginan cómo me quedaba grabada cada una de las veces que iba a la escuela de idiomas.
Como mi padre vivía en Saarbrücken, Alemania, y no podía verlo seguido, soñaba con estudiar en la universidad en Alemania y con hablar alemán con él. Cada clase de alemán en el colegio francés era como comerme un yogurt de cereza. La profesora era mi amiga, y junto con ella nos sospechaban de querer ponerle una bomba a la dirección del colegio francés.
Ya en Alemania, por las cosas de la vida descubrí que el alma argentina y la eslava son realmente muy parecidas, e hice algunas amistades con rusos, ucranianos, bielorusos, polacos y kirguisios. Mi novia y futura esposa es rusa (de Puerto Soviético en el Extremo Oriente Ruso, es decir de las antípodas de Buenos Aires) y aprender ruso no es menos que un acto de amor.
No puedo más que sentirme agradecido por lo que viví a través de los idiomas, que es todo. Los idiomas nos traen nuevos sentimientos, nuevos pensamientos, y nuevas formas de amar. Son verdaderamente toda la vida humana.
Recomiendo a todas las mujeres y hombres seguir explorando los idiomas, si quieren vivir más profundamente y mejor.

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