No cabe duda que todos trabajamos por dinero, y cuanto más nos pagan más contentos estamos, y más tranquilos afrontamos nuestros gastos y el día a día.
Cuando me piden un presupuesto para una formación (ya sea empresa o particular), una consultoría, etc…, vienen a mi cabeza dos personajes: “el mercenario” y “el íntegro”. El que piensa como clavársela al cliente/alumno y el que medita en ofrecer un precio justo de acuerdo al servicio que puede prestar. El que añade detalles para engordar la factura y el que ofrece lo realmente necesario. El que embarulla y camela, y el que simplifica y habla claro.
Al final siempre, o casi siempre (...), triunfa “el íntegro”, porque pienso que es mejor tener a un cliente/alumno contento y convencido de que le haces un trabajo profesional a un precio justo. Más de una vez he convencido al cliente/alumno en que necesita menos de lo que pide, o algo más sencillo, a expensas de perder dinero, pero te queda la sensación de haberle ayudado y no simplemente haberle cobrado llenándote los bolsillos. No quiero decirte con esto que no se puedan incluir añadidos que consideremos interesantes, pero siempre dentro del contexto del problema y necesidades.
Os pongo un ejemplo real, una página web de una casa rural que me solicitaron hace tiemo. Sencillita, con cinco apartados (páginas) de información, una sección de fotos de la casa y del entorno, libro de visitas, sección de quejas y sugerencias y un sistema de reservas muy básico. Eso es lo que me pidió el cliente. Le presupuesté una cantidad creo que razonable, no superó de largo las tres cifras. Días después me llamó dándome el visto bueno, ya que había pedido varios presupuesto, y quitando a otro “íntegro”, los demás le pedían como mínimo cuatro veces más. Sé que cada uno valora su trabajo de una manera diferente, pero creo fundamental cobrar lo justo, ofreciendo lo que realmente se necesita, porque eso te asegura que luego habrá más.
¿y tú, en que bando estás?
Saludos.
