Los procesos de memoria de un músico profesional son 3. Y son como una mesa de tres patas, se trabajan distintamente, pero todos son necesarios.
Una de los procesos de memoria más importantes es el motriz o muscular. Cuando éste no está bien trabajado nos asalta la inseguridad, porque nos parece como si el dedo no supiera exactamente a qué tecla debe de ir.
La manera más efectiva de trabajar esta memoria muscular es tocando con el peso del brazo, a la mínima velocidad posible; y con ritmos.
Los otros dos tipos de moemoria son la auditiva y la visual, siendo la auditiva la que nos suele ser más fácil de impregnarnos (casi todo el mundo puede tararear una canción, pero nos suele costar muchísimo más recordarla visualmente).
Respecto la visual, primero se debe familiarizar un poco con la partitura, descifrar un poco sus símbolos, claro. Hasta puede pasar un ratito analizándola, descubriendo en líneas generales por qué se caracteriza. Su tonalidad, el compás, qué tipo de melodía tiene, cuales son sus acordes, etc. Luego ponerle la digitación que mejor se adecúe (con o sin ayuda); pues la digitación ha cambiado a lo largo de la historia, pero cada persona tiene una morfología diferente).
Como anécdota para retratar la memoria visual está el experimento que hizo Liszt con un alumno que le aseguraba saberse la obra que habían acordado la semana anterior. Después de preguntarle varias veces si se la sabía, este le aseguró que así era. Así que le cerró el piano, lo sentó en una mesita y le dió papel y lápiz para que la escribiera... Y no, no la pudo escribir...
Para esta memoria, me parece muy útil seguir a Bach cuando era niño: su hermano mayor, también músico, tenía una caja tipo jaula donde guardaba todo tipo de partituras, pero no se las dejaba a su hermano menor temiendo que las extraviara. Así que por las noches, y a la luz de la luna, las fue copiando todas...
Copiar una pieza es otra excelente manera de acercarse a ella y aprendérsela de memoria. Así es como aprendió muchísimo el maestro J.S. Bach en una época en que aún no existían los conservatorios.
Y aquí es donde hay que añadir el paso de la visualización interna, tanto de la partitura como del teclado.
Para ello, es genial intentar visualizar el teclado de un piano en la imaginación.
- Primero recorriendo visualmente las teclas blancas en la extensión de una octava, como si hicieramos la escala de do (de do a do), y luego imaginar el sonido de cada una de las teclas blancas al mismo tiempo que se van visualizando. Al principio puede parecer algo complicado, pero siempre se puede ayudar uno del piano, hasta que ya no se necesite.
- Luego recorrer visualmente y auditivamente las blancas y también las negras de esa misma octava.
La finalidad de ese ejercicio es que dispongamos de un teclado o piano interno que podamos visualizar y escuchar en nuestro interior. Nos servirá además, para que cuando veamos una partitura, ya sepamos al leerla, como suena y nos hagamos una idea cada vez mas acertada de lo que expresa.
Para retratar esta memoria con una anécdota, y que casi responde a la anécdota anterior, el profesor de Glenn Gould, un gran profesor, solía emplear como método aprenderse muy bien una partitura sin tocarla, hasta el punto de que pasaban semanas analizándola, cantandola, exprimiendo cada símbolo... Para cuando Glenn Gould, después de este proceso, la tocaba por primera vez, la tocaba ya sin errores y sin siquiera necesitar la hoja.