Me atrevo a escribir este artículo sobre la base de mi experiencia personal como profesor particular, así como de la lectura de pedagogos que, igualmente, se han pronunciado sobre el mismo tema.
Anunciarse para dar clases particulares
Es unánime el sentir que nadie da lo que no tiene y, en el terreno de la enseñanza, de la transmisión de conocimientos, un plus imprescindible y absolutamente necesario es amar profundamente, apasionadamente, la materia que se desea impartir. Es decir, es preciso establecer un tándem perfecto entre dominio de la materia, conocimiento de sus entresijos, sus peculiaridades, y amor pleno del contenido. Porque solo así, se consigue transmitir con eficacia, sin rutina, con fervor, al alumno, sin cansarle y haciéndole menos difícil tanto la comprensión como el aprendizaje mismo, en todos sus aspectos.
La experiencia muestra que un buen profesor consigue mejores resultados que otro que no lo es tanto; respecto a las asignaturas optativas, se da el fenómeno, desgraciadamente, de rechazar aquellas en las que el maestro no explica bien y elegir aquellas cuyo profesor sabe exponer con claridad y haciendo asequible el contenido. De ahí la distinción entre alumnos "de letras" y "de ciencias"; en general, obedece al hecho de la dificultad de comprensión y aprendizaje de la materia. Conozco alumnos que han abandonado el francés porque su profesor no ha sabido enseñarlo correctamente, y les ha dejado la impresión de que es una lengua difícil y complicada. Y esto mismo, se da en otras asignaturas, p. ej. las matemáticas, la física y química: cuántas personas, ante la incapacidad de asimilación, y aprendizaje, han renunciado a una carrera que les gustaba, para no tener que hacer frente a estas materias.
El remedio para evitar este problema es que los profesores sean formados en las técnicas pedagógicas necesarias para transmitir el auténtico saber, y sean expertos en lo que llevan entre manos. Solo así, conseguirán vencer la dificultad con el placer del aprendizaje.
