Fluir, cortar, golpear, arremeter, empujar, frotar, suavizar, lanzar, rebotar, caer… Ahora vamos a romper con las dinámicas del movimiento, los frentes, las direcciones, ahora vamos a romper las reglas. Como muchos saben, la danza es un lenguaje tan grande y enorme que puede ser comparado fácilmente con el lenguaje lingüístico, ni toda una vida alcanzaría para comprender todo este espectro.
Muchos bailarines, profesores de baile y artistas han optado por mostrar sus intersensibilidades a través de una técnica estructurada, dícese la amplitud y la elegancia del clásico, la curva y el torso en la danza moderna, la agilidad en la salsa, la cadencia en las danzas del caribe…
Este lenguaje formal o lenguaje técnico es vital para la transmisión del arte vivo junto con la interpretación, la improvisación y la creación. Pero para lograr la transgresión de la danza a niveles mucho más profundos es preciso romper la mente para romper el cuerpo, sentir y pensar la danza y danzar la vida.
Bailar en lo cotidiano mediante las clases de baile o en algun momento del día hasta lo extracotidiano sin que éste caiga en un cliché. Y cuando te sientas cómodo, entrar en conflicto, preguntar a las preguntas para así saber lo que realmente te interesa.
Lo sé, no todo se acomoda a todos los géneros y todas las clases de danza, son los mundos pululantes del principito a la disposición de todo el que quiera conocer; es por esto que les vengo a escribir de danza contemporánea, de la rebelión y la hibridación danzada.
Bailar no tiene que ser un martirio o una tortura, no tienes que sacarte las uñas de los pies de tanto bailar, los hematomas no tienen que ser el pan de cada día, las luxaciones y los esguinces no deben ser normales. ¡Bailar no tiene por qué robarte tu sed de vivir!, esto no es una película de Darren Aronosky, es la vida real y hay que darle a tu cuerpo y a tu mente el lugar que se merecen.
Las prácticas monstruosas y bestiales no tienen que ser normalizadas, así que no permitas malos tratos al danzar, baila porque quieres hacerlo, baila porque quieres contar, baila porque quieres romper tu mente, baila para ser político, aprende a bailar la vida porque la vida debe bailarse todo el tiempo.
Parte del oficio de ser profesor de baile, más que enseñar y añadir conocimiento a un cuerpo, debe inspirar, moldear y configurar seres humanos… No se debe tomar todo por hecho. La danza cambia en cada momento, con cada conflicto, con cada duda, con cada pregunta, con cada guerra. ¡La danza está en constante movimiento!
No te enfrasques en tu burbuja pensando que lo único que existe es de lo que estás rodeado, parte del arte es buscar referencias e inspiración en otros lenguajes artísticos e impermearlos tanto en ti que la pregunta a ese artista debe dar respuesta a lo que realmente tú quieres buscar, parte de lo que preguntas se sintetiza en tus intereses particulares, así que entre más preguntes, más curiosees y más explores la danza, más rico encontrarás tu lenguaje propio, tu danza propia.
El danzar no debe ejecutarse únicamente en lugares convencionales donde se generan estás prácticas, deben surgir, llegar a otros lugares y allí encontrar más maneras de danza cuál Trisha Brown sobre las fachadas de los edificios, cuál Steve Paxton sobre los cuerpos de sus compañeros…
Baila donde tu cuerpo te lo pida, donde lo sientas, baila sobre las mallas de los parques, sobre la mesa del comedor, sobre las estanterías de las bibliotecas, sobre los televisores antiguos, sobre el polvo magnético del piso, baila. Por favor y nunca permitas que esa llama de curiosidad y movimiento se extinga en ti y si ya lo hizo ayuda a volverla a prender y cuídala para no olvidarla. Cuídala para no olvidar tus raíces. Cuídala para no olvidarte de ti.