Conocer bien las inquietudes de tus alumnos

Sin duda alguna, una de las cosas más importantes en la vida de cualquiera son las aficiones, lo que nos gusta, lo que queremos hacer porque nos apetece, porque nos motiva.

Enfrentarse a una clase, a un alumno, sea del perfil que sea, de la edad que sea, y del ámbito que sea, es un ejercicio de empatía en constante evolución.

Si uno no tiene en cuenta que debe atrapar a sus alumnos, que debe forzarles, pero debe darles también lo que ellos quieren, está perdido.

Es algo similar al ejercicio fisico y el azúcar, por ejemplo. Si uno se esfuerza mucho en su actividad física, en sus entrenamientos, y al menos alguna vez no le concede a su propio cerebro el máximo placer de ese dulce, el cerebro nos dejará tirados también en algunas ocasiones.

Lo mismo ocurre en la educación, y por eso, yo observo mucho, pregunto mucho, y trato de volcar mucho mi actividad en total consonancia con los gustos, con las cosas que a mis alumnos les hacen engancharse rápidamente a mí.

Es un ejercicio doble, pero es precioso a la vez, porque te permite conocer mucho más a la persona, y te permite una fluidez que te hace enseñar mejor, que el alumno aprenda mejor, y que se establezca una confianza, unas ganas de que la próxima clase comience cuanto antes.

Yo salgo de casi todas mis clases encantadísimo. Mi tiempo perdido es tiempo ganado, muy bien ganado.

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