La respuesta es un rotundo SÍ.
La única diferencia que encuentro entre la capacidad entre un niño y un adulto para aprender a dibujar tiene que ver con la actitud y el tiempo que se invierte en ello. Es obvio que la agilidad mental de un niño o adolescente juega una importante ventaja en muchas áreas de la vida, pero mi experiencia me ha demostrado que lo que te hace avanzar en el aprendizaje del dibujo y la pintura (además de en muchos aspectos de la vida) son otros factores relacionados con la práctica repetida y el entusiasmo.
Como introduje al inicio, la actitud y el tiempo invertido en la práctica y aprendizajes van de la mano y son esenciales en el proceso. Por un lado, una actitud positiva que no merma frente al fracaso acaba desembocando en el avance y desarrollo de las aptitudes necesarias para coger soltura con los lápices y los pinceles. Igualmente, la persistencia basada en el entusiasmo por aprender y mejorar es una valiosísima herramienta mental que tarde o temprano trae sus frutos.
Por otro lado, el tiempo invertido y la práctica repetida son los pilares que hacen que una persona pase de ser amateur a experta. Y es que el hábito es el segundo ingrediente potente que nos ayudará a mejorar y a ver los resultados. Ya lo decía Aristóteles:
“…; siembra una acción, cosecha un hábito. Siembra un hábito, cosecha un carácter; siembra un carácter, cosecha un destino”
¿Quién sabe hasta dónde nos puede llevar ese nuevo hábito o hobby?
Otro detalle importante a tener en cuenta en la evolución de tu experiencia con las artes es la practica en solitario, en grupo o con profesor/a (ya sea particular o en común); esta última opción puede ser un gran apoyo y guía, sobre todo para l@s principiantes. También, nos puede abrir muchas puertas respecto a nuevos materiales o herramientas que usar o cómo enfocar nuestra práctica, ¡es una alternativa que no se debería descartar!
