Ukiyo-e, “pinturas del mundo flotante”, la técnica del grabado japonés que sedujo a Occidente

Ukiyo-e (浮世絵), habitualmente traducido como “pinturas del mundo flotante” o “estampas japonesas” hace alusión a un género artístico que se desarrolló en Japón durante el periodo Edo (también denominado periodo Tokugawa), en el que las artes florecieron en todas sus manifestaciones durante dos siglos y medio, desde el año 1603 al 1868.

Este largo periodo de estabilidad política y social, propició que Edo (actualmente Tokio), Osaka y Kioto se convirtieran en prósperos centros urbanos en los que los artistas, los comerciantes y los artesanos encontraban nuevas oportunidades para el desarrollo de su actividad.

El ukiyo-e se caracteriza por utilizar una técnica de grabado, la xilografía, que se basa en la impresión sobre papel     washi     (papel tradicional japonés) de dibujos o pinturas previamente grabados sobre planchas de madera. 

Los temas representados hacían alusión, al     mundo flotante, un eufemismo utilizado para acoger las diferentes escenas urbanas cotidianas que, en principio, se representaban en las impresiones: casas de té, bellas mujeres (bijin-ga), geishas, actores de teatro kabuki (yakusha-e), luchadores de sumo,      shunga     (escenas eróticas explícitas, también eufemísticamente denominadas escenas de primavera); pero también paisajes y temas históricos.

Aunque los primeros    ukiyo-e     eran en blanco y negro (sumizuri-e), o a lo más, utilizaban en diferentes gradaciones de la tinta negra diluida con agua, algunos artistas comenzaron a colorear a mano los grabados que salían de las planchas. Más tarde, se comenzarían a usar tacos de madera para aplicar el color en determinadas partes del grabado en blanco y negro, evitando así la laboriosidad del coloreado a pincel. Antes de convertirse en una técnica al servicio del arte, se utilizada para representar y difundir en     postales      los rostros de los actores de teatro más famosos de la época.

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No habría que esperar demasiado tiempo hasta que un conocido grabador japonés, Suzuki Harunobu popularizase la nueva técnica de coloreado que otro grabador, Kinroku, había perfeccionando basándose en un sistema de colocación de los tacos en las propias planchas, de manera que su encaje fuese perfecto y, en consecuencia, facilitase la aplicación del color en los grabados.  

Si la xilografía japonesa, al posibilitar la multiplicación de las obras artísticas a partir del original grabado sobre las planchas, permitió que el arte se democratizase y, coincidiendo con la apertura exterior de Japón, llegaseal mundo occidental; la generalización de esta nueva técnica de coloración, denominada      nishiki-e, sería definitiva para atraer la atención, provocar el interés y, por qué no decirlo, suscitar la veneración de buena parte del mundo occidental por el      mundo flotante de Edo     fielmente representado en el      ukiyo-e

De hecho, pintores como Degas, Monet, Manet y, por supuesto Van Gogh, sintieron fascinación por las      estampas japonesas, hasta el punto de convertirse en una fuente de inspiración para sus obras. Entre los más reconocidos artistas que se sirvieron de la técnica, podemos destacar a los cuatro siguientes:

(Konosumi, la modelo más apreciada por Kitagawa Utamaro)

Kitagawa Utamaro (1753 – 1806)

De los cuatro máximos representantes del     ukiyo-e     a los que nos referiremos, quizá es el que se sintió más tentado por el “mundo flotante”. Destaca por sus álbumes sobre insectos, pero también por la producción de escenas de estilo     shunga     y por sus retratos de temática     bijin-ga, mujeres de belleza sensual, que le proporcionarían gran notoriedad. Su capacidad para captar la belleza femenina le convirtió en el verdadero especialista en el género, hasta el punto de que se suele afirmar que otro gran maestro del     ukiyo-e, Hokusai, renunciaría voluntariamente a tratar el tema de la belleza femenina para no tener que compararse con Utamaro.

Andō Hiroshige (1797 - 1858)

Más conocido por su seudónimo    Utagawa    Hiroshige, mostró desde siempre una especial predilección por la representación de la naturaleza. Sus obras eran capaces de transmitir no solo los diferentes y sutiles cambios de luz en el paisaje, sino su “estado anímico”, su atmósfera de una manera magistral. También son muy apreciadas sus representaciones de mujeres, normalmente a través de sugerentes primeros planos en los que llaman la atención las sutiles combinaciones cromáticas.

Katsushika Hokusai (1760 - 1849)

También se sintió atraído por la naturaleza; especialmente por el Monte Fuji, un símbolo nacional que ha servido de inspiración a poetas y pintores japoneses de todas las épocas, y que Hokusai representó de forma magistral en numerosas ocasiones. Destacan las series denominadas    Treinta y seis vistas del Monte Fuji y Cien vistas del Monte Fuji. Pero si es mundialmente conocido es por     La gran ola de Kanagawa, una obra que forma parte del imaginario colectivo de todos los amantes del arte japonés.

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Utagawa Kunisada (1786-1865)

Finalmente, es considerado no solo el más prolífico de los cuatro artistas (con más de 20.000 obras catalogadas), sino también y el que mayor éxito cosechó en su época. Llegó a contar con seis decenas de colaboradores con los que experimentaba las posibilidades de la técnica. Destacó en el tratamiento del retrato, tanto de mujeres como de actores del teatro kabuki, considerado por muchos como el tema más genuino, y el que dio origen al      ukiyo-e

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