El horario escolar: ¿De verdad hay tiempo para enseñar?

Hace tiempo que el rumbo de la educación pública en España ha cambiado, al menos en el marco legislativo. Las metodologías activas, los proyectos interdisciplinares, los enfoques por tareas, en definitiva, olvidarse de una vez por todas de la exclusividad tradicional del “savoir” de nuestras materias y optar más bien por un “savoir-faire” global que permita a nuestrxs alumnxs desarrollarse como personas.

Para ello, se han llevado a cabo reformas de nuestras leyes, decretos y órdenes educativas, tanto a nivel nacional como autonómico. Sin embargo, para hacer frente a este cambio y poder asegurar unos resultados acordes con las nuevas exigencias, debemos cambiar más cosas. Se trata de medidas sencillas y cambios estructurales fruto de las reflexiones que han surgido a lo largo del proceso de elaboración de mi programación didáctica y de preparación de los temas de oposición para la convocatoria del año 2020.

Para empezar, me gustaría hablar del tiempo. Ahora mismo estoy elaborando mi programación para impartir francés a un 2º de la ESO. Para ello, creo cada tarea, cada actividad y cada unidad didáctica en base a un enfoque de acción, de hacer más que de saber. Un enfoque para que mis alumnxs hablen, escriban, lean e interactúen de la misma manera que lo harán cuando sean adultos y se les pida un nivel concreto del idioma o cuando durante un Erasmus, un viaje o unas prácticas necesiten utilizar esas competencias para desenvolverse en un país extranjero. Es por eso, que no solo considero necesario los métodos activos, sino no concibo el proceso de aprendizaje de mi materia de otra manera.

Pero… ¡PROBLEMA! No puedo llevar a cabo mis actividades en 50 minutos. Bueno, por poder se puede, y de hecho los profes lo han cada día. Me refiero a que con más tiempo, el balance de las clases sería mejor porque la aplicación práctica de la programación sería realista, los tiempos y los objetivos se alcanzarían -es imposible alcanzarlos en 50 o 45 minutos- y sobre todo, habría tiempo para realizar tareas, actividades y proyectos.

Por eso creo que uno de los cambios más necesarios es adaptar el tiempo lectivo de cada materia a las exigencias de las metodologías con las que trabajamos. Parece una obviedad, pero no se ha hecho nada al respecto y seguimos trabajando con el mismo horario que se requería para las clases magistrales – es decir, yo hablo y vosotros escucháis en silencio. No tiene mucho sentido, ¿no?

Puede parecer un cambio ambicioso, y seguro que muchos no estarían de acuerdo en aumentar las horas de sus clases, pero se trata de dar las mismas horas de manera diferente. En la ESO yo impartiría dos clases de 50 minutos a la semana por curso. Los alumnxs entran, se sientan, se acomodan, se preparan para la clase que va a empezar y se olvidan de la que acaba de terminar, puede que vengan tarde del recreo o que se vayan pronto a una excursión. Es decir, los 50 minutos son más bien 40 o 45, tiempo escaso que acaba marcando unos ritmos rápidos, sin participación y pasando por alto muchas cosas necesarias como la atención individualizada o el trabajo en equipo. Por eso, propongo que esos 50 o 45 minutos se conviertan en 1 hora y media. Así, habría menos materias al día pero más tiempo dedicado a cada una.

Para que este cambio se efectivo, es necesario quitar horas de otro lado, y aquí llega la segunda medida… ¡PREPARADOS! Seguro que muchos estáis de acuerdo con la existencia de la asignatura de valores éticos, yo también, pero creo que no es necesaria. ¿Por qué? Porque el resto de materias ya trabajan cada día para asegurar la adquisición de competencias sociales y éticas a través de los procesos de aprendizaje correspondientes. La ley educativa vigente es muy clara con este aspecto: dentro de los objetivos generales a alcanzar al final de la etapa E.S.O se encuentra la adquisición de valores sociales y éticos. Por lo tanto, no digo que esta asignatura no sea necesaria, todo lo contrario, pero sí que es prescindible en un sistema educativo en el cual cada materia por su propio pie ya enseña estos valores día a día de manera transversal en cada una de sus unidades didácticas. En el mismo orden de cosas, al tratarse de un país laico y de una enseñanza pública laica, creo que la asignatura de religión también prescindible.

El tiempo que dejaran libre estas dos materias se podría emplear para la ampliación de las sesiones de asignaturas de libre configuración, como francés, que solo cuentan con dos horas a la semana.

Hace tiempo que el rumbo de la educación pública en España ha cambiado, al menos en el marco legislativo. Las metodologías activas, los proyectos interdisciplinares, los enfoques por tareas, en definitiva, olvidarse de una vez por todas de la exclusividad tradicional del “savoir” de nuestras materias y optar más bien por un “savoir-faire” global que permita a nuestrxs alumnxs desarrollarse como personas.

Para ello, se han llevado a cabo reformas de nuestras leyes, decretos y órdenes educativas, tanto a nivel nacional como autonómico. Sin embargo, para hacer frente a este cambio y poder asegurar unos resultados acordes con las nuevas exigencias, debemos cambiar más cosas. Se trata de medidas sencillas y cambios estructurales fruto de las reflexiones que han surgido a lo largo del proceso de elaboración de mi programación didáctica y de preparación de los temas de oposición para la convocatoria del año 2020.

Para empezar, me gustaría hablar del tiempo. Ahora mismo estoy elaborando mi programación para impartir francés a un 2º de la ESO. Para ello, creo cada tarea, cada actividad y cada unidad didáctica en base a un enfoque de acción, de hacer más que de saber. Un enfoque para que mis alumnxs hablen, escriban, lean e interactúen de la misma manera que lo harán cuando sean adultos y se les pida un nivel concreto del idioma o cuando durante un Erasmus, un viaje o unas prácticas necesiten utilizar esas competencias para desenvolverse en un país extranjero. Es por eso, que no solo considero necesario los métodos activos, sino no concibo el proceso de aprendizaje de mi materia de otra manera.

Pero… ¡PROBLEMA! No puedo llevar a cabo mis actividades en 50 minutos. Bueno, por poder se puede, y de hecho los profes lo han cada día. Me refiero a que con más tiempo, el balance de las clases sería mejor porque la aplicación práctica de la programación sería realista, los tiempos y los objetivos se alcanzarían -es imposible alcanzarlos en 50 o 45 minutos- y sobre todo, habría tiempo para realizar tareas, actividades y proyectos.

Por eso creo que uno de los cambios más necesarios es adaptar el tiempo lectivo de cada materia a las exigencias de las metodologías con las que trabajamos. Parece una obviedad, pero no se ha hecho nada al respecto y seguimos trabajando con el mismo horario que se requería para las clases magistrales – es decir, yo hablo y vosotros escucháis en silencio. No tiene mucho sentido, ¿no?

Puede parecer un cambio ambicioso, y seguro que muchos no estarían de acuerdo en aumentar las horas de sus clases, pero se trata de dar las mismas horas de manera diferente. En la ESO yo impartiría dos clases de 50 minutos a la semana por curso. Los alumnxs entran, se sientan, se acomodan, se preparan para la clase que va a empezar y se olvidan de la que acaba de terminar, puede que vengan tarde del recreo o que se vayan pronto a una excursión. Es decir, los 50 minutos son más bien 40 o 45, tiempo escaso que acaba marcando unos ritmos rápidos, sin participación y pasando por alto muchas cosas necesarias como la atención individualizada o el trabajo en equipo. Por eso, propongo que esos 50 o 45 minutos se conviertan en 1 hora y media. Así, habría menos materias al día pero más tiempo dedicado a cada una.

Para que este cambio se efectivo, es necesario quitar horas de otro lado, y aquí llega la segunda medida… ¡PREPARADOS! Seguro que muchos estáis de acuerdo con la existencia de la asignatura de valores éticos, yo también, pero creo que no es necesaria. ¿Por qué? Porque el resto de materias ya trabajan cada día para asegurar la adquisición de competencias sociales y éticas a través de los procesos de aprendizaje correspondientes. La ley educativa vigente es muy clara con este aspecto: dentro de los objetivos generales a alcanzar al final de la etapa E.S.O se encuentra la adquisición de valores sociales y éticos. Por lo tanto, no digo que esta asignatura no sea necesaria, todo lo contrario, pero sí que es prescindible en un sistema educativo en el cual cada materia por su propio pie ya enseña estos valores día a día de manera transversal en cada una de sus unidades didácticas. En el mismo orden de cosas, al tratarse de un país laico y de una enseñanza pública laica, creo que la asignatura de religión también prescindible.

El tiempo que dejaran libre estas dos materias se podría emplear para la ampliación de las sesiones de asignaturas de libre configuración, como francés, que solo cuentan con dos horas a la semana.

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