Sin pretensiones de ningún tipo, porque cada persona tiene su propio criterio y manera de trabajar, me atrevo a escribir este pequeño artículo, basada en la experiencia personal de muchos años de enseñanza, que me han permitido conocer alumnos muy diversos, tanto por su manera de ser y reaccionar, como por las diferentes motivaciones que les llevaban a estudiar el francés.
Empieza a dar clases de francés
Evidentemente, nadie da lo que no tiene, donc, es imprescindible dominar la materia en todos sus aspectos: gramatical, lingúistico, fonético, vocabulario adaptado a las circunstancias de cada persona, etc. ; igualmente, es necesario que cada clase responda a las expectativas y necesidades del alumno: no es lo mismo preparar un exámen oficial en cualquiera de sus niveles: delf, dalf, que enseñar a estudiantes que deben seguir las pautas y directrices marcadas por su centro escolar. En la preparación de los exámenes oficiales, juega más el criterio libre del profesor, para aplicar la metodología que estime más conveniente y eficaz en aras de optimizar los mejores resultados.
Además del dominio de la lengua, es imprescindible tener una cierta psicología, que nos permita conocer la personalidad del alumno, y la manera de motivarle, incentivarle, apoyarle y, en definitiva, ayudarle a sacar lo mejor de él mismo; incluso cuando él se siente incapaz o poco inteligente en el aprendizaje de la lengua. Si sabemos valorarle, premiar su esfuerzo, celebrar las pequeñas o grandes victorias en su recorrido cognitivo por la lengua, conseguiremos que adquiera confianza en sí mismo, en sus capacidades y, en definitiva, fomentaremos su autoestima. Creo que aquí está la clave para que resulte menos difícil el francés y consigamos que se pierda el miedo a iniciar su aprendizaje.